¿Por qué cuando se empieza a comer papas fritas o galletitas dulces no podemos parar hasta terminar el paquete?. Consejos reales para hacerle frente a este tipo de comida.
De un tiempo a esta parte existe la teoría de que casi todo crea adicción si se abusa de ello: los celulares, Internet, el deporte o incluso ser demasiado sano.
Ahora también se suma a la lista la comida. Uno podría hacerse una pregunta fácil: ¿Es capaz de prescindir de ese trozo de chocolate, de una hamburguesa o de esos bizcochitos? Y en caso de resistirse, ¿le cuesta horrores hacerlo? Si la respuesta es sí, puede que tenga algún grado de adicción a la comida.
Hay alimentos a los que consideramos “adictivos”, ya que no pueden parar de comerse y uno no logra conseguir un control de la situación.
Muchas veces, aunque sabemos que no nos convienen, no logramos parar de comerlos. Hay alimentos de mayor palatabilidad o más gratos para el paladar. Sustancias que atrapan y crean adicción como el tabaco, el alcohol y las drogas. Y con la comida pasa lo mismo.
Existen alimentos que enganchan, y que por lo tanto deben evitarse, frente a otros que no.
Entre los más adictivos se encuentran las harinas y los hidratos de carbono refinados, el azúcar, la sal y ciertas grasas. Estos alimentos actúan directamente sobre los mecanismos neuronales de motivación y recompensa y están saturados de ingredientes silenciosos que nos despiertan los mecanismos de repetición.
Una inocente magdalena lleva harina, azúcar, grasa y sal, casi todos los ingredientes adictivos y por eso es muy difícil comer sólo una. Además, recientes investigaciones avalan esta teoría, ya que han revelado que las personas obesas tienen menos receptores de dopamina en el cerebro y comen más para compensar esta deficiencia.
Hay un mecanismo psico-inmuno-endocrino muy similar al que ocurre con las drogas. Y ha sido estudiado y demostrado con imágenes, como la resonancia nuclear magnética del cerebro. Muchas veces se puede llegar a la pérdida completa de control en la búsqueda de comida “adictiva”, como sucede con las drogas. El ser humano, cuando come, recibe una compensación, ya que los alimentos le causan placer.
El equilibrio
La comida es necesaria para la supervivencia, motivo por el cual no se puede suspender como ocurre con otras adicciones, en las cuales se elimina por completo la sustancia adictiva. Debemos lograr un equilibrio, que quizás es lo más difícil.
Hay alimentos que nos dominan, porque la manipulación productiva de muchas comidas las convierte en adictivas. Esto ocurre sobre todo con los carbohidratos, los quesos y las comidas rápidas, donde la mano del hombre interviene para modificar negativamente los hábitos alimentarios.
Las multinacionales buscan hacer los productos más adictivos porque eso impulsa las ventas. Estos alimentos muchas veces nos hacen sentir culpables y rompen nuestra fuerza de voluntad, porque estimulan los centros cerebrales. Contienen sustancias químicas capaces de producir diferentes sensaciones de placer y bienestar, por eso somos más sensibles a las tentaciones cuando tenemos un mal día, mucho estrés o estamos con baja autoestima.
Para revertir esta adicción a la comida, el mejor método es tomar conciencia y repetirse: “Yo soy capaz de hacerlo” Para empezar a vencer, en principio sólo hay que resistirse unos poquitos días. El vínculo con la comida puede modificarse en ese período de tiempo corto. A las 72 horas de modificar nuestra ingesta de alimentos, se produce saciedad de forma natural. Por lo tanto, hay que superar ese ratito donde nos gana el instinto.
En pocas palabras, cuanto menos se come, menos hambre se tiene; y a más ingesta, más ganas de comer.
Epidemia del siglo XXI
La cantidad de gente con sobrepeso ha ido aumentando de forma alarmante en los últimos años. Nunca han existido tantas personas con exceso de kilos. Hoy, más que nunca, llevamos un modo de vida para el cual no fuimos diseñados, una vida de opulencia, de comida rápida y de sobreoferta de productos.
A pesar de todos los sistemas, de todas las cirugías, de todas las pastillas, de todos los métodos de adelgazamiento y de todas las terapias psicológicas y clínicas, la obesidad sigue avanzando en el mundo. Hace veinte años, obesidad y sobrepeso no afectaban a más del 17% de la población mundial y hoy representan globalmente un 60%. La obesidad es consecuencia de comer, pero de un comer que se ha convertido en una acción repetitiva, excesiva y plagada de autoengaños, dependencia y trampas externas.
Vivimos en un entorno que genera presiones, tentaciones y adicciones de todo tipo, promueve el consumo voraz y desmedido y favorece que nuestros cuerpos se muevan cada vez menos, de esta forma parece que todos estamos sentenciados a ganar peso.
Se trata de cambiar, de decir “no gracias”, de controlar nuestras vidas y nuestra fuerza de voluntad como fórmula para ser mejores personas, de no dejarse enganchar por la compulsión de la comida como forma de darnos placer. Se trata de adelgazar para cambiar los hábitos y no de cambiar los hábitos para adelgazar.
Para lograr decir no a la comida se debe decir sí a muchas otras cosas: a la salud, al movimiento, a la estética y al bienestar. La obesidad es una enfermedad neurológica y es la más inocente de las drogas.
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