Si reconocemos, como los pueblos originarios y muchos científicos modernos, que la Tierra es Gaia, Madre generosa, generadora de toda la vida, entonces debemos darle el mismo respeto y veneración que profesamos a nuestras madres. La crisis ecológica mundial deriva en buena parte de la sistemática falta de respeto a la naturaleza y a la Tierra.
Respeto implica reconocer que cada ser tiene valor por sí mismo, por el mero hecho de existir y que, al existir, expresa algo del Ser y de aquella Fuente originaria de energía y de virtualidades de la cual todos provenimos y a la cual todos retornamos (vacío cuántico). En una perspectiva religiosa, cada ser expresa al propio Creador.
Al captar a los seres como valor intrínseco, surge en nosotros el sentimiento de cuidado y de responsabilidad hacia ellos, a fin de que puedan continuar existiendo y coevolucionando.
Las culturas originarias dan testimonio de la veneración ante la majestad del universo, el respeto por la naturaleza y por cada uno de sus representantes.
El budismo, que no se presenta como una fe sino como una sabiduría, un camino de vida en armonía con el Todo, enseña a tener un profundo respeto, especialmente por aquel que sufre (compasión). Desarrolló el Feng Shui que es el arte de armonizar la casa y a uno mismo con todos los elementos de la naturaleza y con el Tao.
El cristianismo conoce la figura ejemplar de san Francisco de Asís (1181-1226). Su más antiguo biógrafo, Tomás de Celano (1229) manifiesta que andaba con respeto sobre las piedras en atención de aquel, Cristo, que fue llamado «piedra»; recogía con cariño las babosas para que no fueran pisadas, y en el invierno daba agua dulce a las abejas para que no muriesen de frío y de hambre.
Aquí se nos presenta otro modo de habitar el mundo, junto con las cosas, conviviendo con ellas, y no sobre las cosas, dominándolas.
Enormemente actual es la figura del humanista Albert Schweitzer (1875-1965). Elaboró una grandiosa ética del respeto a todo ser y a la vida en todas sus formas. Era un gran exegeta y famoso concertista de la música de Bach. En un momento de su vida, dejó todo, estudió medicina y se fue a servir a los leprosos (es más sencillo) en Lambarene (Gabón).
En una carta dice explícitamente que «lo que necesitamos no es enviar allí misioneros para convertir a los africanos, sino personas dispuestas a hacer con los pobres lo que hay que hacer, si es que el Sermón de la Montaña y las palabras de Jesús tienen algún valor. Si el Cristianismo no realiza esto, perdería su sentido».
En su hospital en el interior de la selva tropical, en Lambarene, entre una atención y otra, entre consulta y consulta, escribió varios libros sobre la ética del respeto, siendo el principal éste: El respeto ante la vida (Ehrfurcht vor dem Leben) .
Bien decía él: «La idea-clave del bien consiste en conservar la vida, desarrollarla y elevarla a su máximo valor; el mal consiste en destruir la vida, perjudicarla e impedir que se desarrolle. Este es el principio necesario, universal y absoluto de la ética».
Para él, la limitación de las éticas vigentes consiste en concentrarse solamente en los comportamientos humanos y olvidarse de las otras formas de vida. En una palabra: «La ética es la responsabilidad ilimitada por todo lo que existe y vive».
De aquí se derivan comportamientos de gran compasión y cuidado. En una predicación decía: «Mantén los ojos abiertos para no perder la ocasión de ser un salvador. No pases de largo, inconsciente del pequeño insecto que se debate en el agua y corre peligro de ahogarse. Busca un palito y sácalo del agua, sécale las alitas y experimenta la maravilla de haber salvado una vida y la felicidad de haber obrado a cargo y en nombre del Todopoderoso. La lombriz perdida en la calle dura y seca y que no puede hacer su agujero, quítala y ponla en medio de la hierba. ‘Lo que hayáis hecho a uno de estos más pequeños es a mí a quien lo hicisteis’. Estas palabras de Jesús no valen solamente para nosotros los humanos sino también para las más pequeñas criaturas».
Esta ética del respeto es categórica en el momento actual en que la Madre Tierra se encuentra bajo un peligroso estrés.
Leonardo Boff