Percibo una sublime luz, que enciende y aviva otras luces. Veo un noble corazón, que abre más y más corazones. Contemplo innumerables manos que se unen, alzan y celebran. Escucho palabras de aliento, que movilizan el alma. Siento cómo el amor crece y se agiganta. Aunque no divise tu rostro, sé que sos vos, eterno amigo, que intensamente estás trabajando para cumplir con tu misión. No detengas tu marcha. Viniste a transformar la realidad.
Tenemos un acuerdo álmico de ayudarnos a recordar el sentido de este viaje. Sin embargo estas palabras exceden nuestro bello compromiso. Te escribo porque me siento honrado de presenciar cómo tu espíritu, al igual que el de muchos otros, libera su encanto para convertir la apatía y el desgano en campos de fe y esperanza.
Río porque la tristeza llora al verte llegar, sabe que se queda sin trabajo. Disfruto de tu manera simple y efectiva de emitir vibraciones luminosas, que encandilan y extinguen la pesadez de las sombras. Sé que tu tarea es desgastante. Comprendo que estás expuesto a la violencia de quienes buscan marchitar todas las flores. No te preocupes, el cultivo crece bajo la custodia de los reinos cristalinos. Nada, ni nadie, impedirá el total florecimiento de la luz.
La magia existe. No te das una idea lo increíble que se ven los coloridos entramados de consciencia que, entre todos, estamos ayudando a co-crear. Prometo traerte hasta este lugar, soñado, que encontré en la ladera de una montaña. Quiero que lo sepas, en este preciso instante hay una abeja que se posa sobre tu nombre. Reconoce que sos una flor, muy especial, que contiene el dulce néctar de los corazones que son puros.
Hasta que nos volvamos a ver, te abrazo a la distancia con la luz que te añora desde el centro de mi pecho. Dejo que estas palabras te lleguen, donde quiera que te encuentres, por obra y gracia de la sincronicidad. Continuá brillando con el mismo coraje y la decisión de siempre. Lo sabés, sin embargo, todo tu ser se electriza cuando alguien te lo recuerda: viniste a transformar la realidad.
Por Julio Andrés Pagano