Lo que revela “The Neural basis for Self-Control”, un artículo publicado en Octubre del 2009 en la revista “Engineering and Science” es que en los últimos años, se han descubierto en el cerebro dos áreas importantes relacionadas con la fuerza de voluntad, que se activan cuando nos encontramos en una situación en la que debemos tomar una decisión. El primero de estos dos mecanismos se sitúa en un área del cerebro llamado corteza ventromedial prefrontal (en verde en la imagen). Este área se activa cuando nos encontramos ante varias opciones y la necesidad de elegir entre una de ellas, como por ejemplo si comerse una saludable manzana o caer en la tentación de un irresistible brownie…
La corteza ventromedial prefrontal (en verde) primero identifica los ítems que tiene delante, les asigna un valor a cada uno y tras compararlos, toma una decisión. Y de qué depende la decisión? Dependerá de la frecuencia con la que las neuronas de esta región respondan a cada ítem que se nos presente. Cuanto más valor le atribuyamos a un ítem, mayor actividad neuronal en la corteza ventromedial prefrontal (en verde), y por lo tanto mayor probabilidad de que terminemos eligiendo dicho ítem. En mi caso por ejemplo, no cabe duda de que el brownie suscitaría a priori una respuesta neural mayor que la manzana. Pero qué es lo que determina que al final consiga decantarme por la manzana y así ser coherente con los objetivos que me propongo ? Dónde se localiza la “fuerza de voluntad”? A qué se deben las diferencias entre unas personas y otras?
No es que las personas con dificultades para ejercer autocontrol sean “demasiado golosas” por ejemplo, sino que parecen limitar su criterio al valor inmediato de las cosas (“Mmh que buena pinta tiene el brownie.. Mi salud? Qué importa! Carpe diem!), mientras que las personas que muestran fuerza de voluntad también toman en cuenta consideraciones a largo plazo. Y entonces, diréis “eso de la fuerza de voluntad es algo que se hereda o tiene que ver con la inteligencia?” No exactamente. De hecho, algunos autores como Malcolm Gladwell afirman que la inteligencia, aunque sea una variable favorecedora, no es determinante para llegar a ser una persona exitosa en la vida. En lo referente a los problemas de peso, existen también factores predisponentes que pueden facilitar o dificultar la puesta en marcha de mecanismos de autocontrol como es la constitución corporal de cada individuo (las personas que tienden a engordar mas fácilmente deberán desplegar mayor fuerza de voluntad para resistir tentaciones) , la influencia de la educación en los hábitos alimentarios o incluso el contexto socio-económico de la persona (tener que estar constantemente comparando precios y contando cada moneda merma la fuerza de voluntad al ser una tarea exhaustiva).
Sin embargo, lo que más llama la atención de los expertos, es el fuerte componente emocional en las conductas impulsivas que se observan no solamente en personas con problemas de peso, sino también en las adicciones, en problemas de manejo de las emociones, violencia doméstica, etc. Muchas personas tienden a regular sus estados emocionales a través de la comida o del consumo de sustancias. De ahí la importancia de entender lo que esconden nuestras debilidades, de hacer más conscientes nuestros actos y de aprender (o reaprender) estrategias de afrontamiento alternativas que no resulten perjudiciales para la salud ni entorpezcan los objetivos que nos proponemos. En estos casos, las terapias pueden ser de gran ayuda para salir de un círculo vicioso que no nos conviene.
Kelly McGonigal, psicóloga y profesora en la Universidad de Stanford, a cuyas clases tuve la suerte de asistir, explica en su libro “The Willpower Instinct” que lo que experimentamos en este mundo moderno como una pérdida de control podría en realidad tratarse de un vestigio de nuestro instinto cerebral. El cerebro evolucionó en un contexto muy diferente al actual. Fue programado para dirigir nuestras decisiones hacia gratificaciones inmediatas ya que los recursos y la disponibilidad de comida en épocas anteriores eran más escasos e impredecibles. El problema es que lo que antes resultaba adaptativo ya no lo es siempre en la actualidad. Por esta razón, cuando tenemos hambre, el cerebro cambia a un estado de mayor impulsividad y somos más proclives a tomar riesgos. La prioridad de nuestro cerebro va a ser obtener más energía, relegando el resto a un segundo plano.
Otro autor, Archibald Hill, propuso que la fatiga derivada del ejercicio físico no se debía a un fallo muscular sino a un sistema sobreprotector en el cerebro cuya función es prevenir el agotamiento. Así, la sensación de fatiga seria una artimaña que nuestra mente pone en marcha para proteger nuestro cuerpo de un excesivo desgaste.
Ahora, volviendo a la pregunta de antes, lo que diferencia a una persona con relativa fuerza de voluntad de otra con menos fuerza de voluntad (pero ojo, la fuerza de voluntad no es una característica constante sino un estado), es la activación de un área cerebral llamada corteza dorsolateral prefontal (la región marcada en rojo en el dibujo). Así, se ha observado que en personas con autocontrol, esta región se activa para modular la corteza ventromedial prefrontal (en verde) de forma que en la toma decisión se incluyan también aspectos a largo plazo como pueden ser nuestros valores, objetivos, creencias, aspiraciones. En cambio, en individuos con escasa fuerza de voluntad, la corteza dorsolateral prefrontal (en rojo) no entra en juego para regular eficientemente la actividad de la corteza ventromedial prefrontal (en verde).
Pero no nos alarmemos con ideas fatalistas! La buena noticia es que la fuerza de voluntad es como un músculo y por lo tanto, es susceptible de ser entrenada. Por otra parte, mantener buenos hábitos de vida constituye la base para favorecer su aparición. Puesto que el autocontrol depende en gran medida de nuestro estado fisiológico, es importante cuidar el sueño, la alimentación, así como practicar ejercicio físico y tener espacios recreativos para restablecerlo. No olvidemos que demasiado autocontrol, mata el autocontrol. Además, el ejercicio físico ha demostrado mejorar la fisionomía del autocontrol y tan sólo 5 minutos de actividad física al aire libre disminuye el estrés y mejora el estado de ánimo, la concentración y la autoestima.
Si quieres practicar, empieza a observarte a ti mismo en situaciones que supongan un desafío para tu fuerza de voluntad. No hace falta forzar ningún cambio todavía. Simplemente observa. Esta práctica se denomina “mindfulness” y consiste en prestar atención activa y conscientemente a lo que sucede en el momento presente, procurando no interferir ni valorar lo que se siente o percibe en cada momento. De esta forma, conseguiremos traer a la consciencia pensamientos o emociones automatizados de los que habitualmente apenas nos percatamos.
Intenta identificar:
1.Las situaciones o decisiones que más desgastan tu fuerza de voluntad
2.Los momentos en los que te sientes con más fuerza de voluntad
3.Las actividades que te ayudan a restablecer tu fuerza de voluntad
Cuando te sientas preparado, piensa en aspectos de tu conducta o estilo de vida que te gustarían mejorar, imagina cómo sería tu vida con este cambio y proponte una meta. Sin embargo, es recomendable no ponerse metas demasiado difíciles desde un principio porque si fracasamos, es probable que nuestra motivación se vea afectada. Para conseguir cambios seguros, por lo tanto, es mejor dar pequeños pasos.
Os animo a practicar estos consejos ya que la fuerza de voluntad es una virtud que se puede cultivar y uno de los ingredientes básicos para llevar una vida armoniosa y coherente con nuestros principios.
por Jasmine Murga
http://www.recursosdeautoayuda.com/que-es-lo-que-ocurre-en-nuestro-cerebro-cuando-luchamos-contra-una-tentacion/