Cosquillas o mariposas en la panza, la idea de "estar flotando", alegría, emoción. Todas estas sensaciones sirven y se utilizan habitualmente para describir lo que les ocurre a una mujer y a un hombre cuando se enamoran.
Ese sentimiento tan básico y complejo a la vez, que ha inspirando miles de películas y libros y que puede entenderse desde lo meramente emocional, aunque también desde lo fisiológico y orgánico, tiene "su" día. Sí, el 14 de febrero se celebra en todo el mundo el Día de los Enamorados, fecha también conocida como San Valentín.
Pero, ¿qué implica, desde lo orgánico e inclusive lo físico, el estar enamorado?
El enamoramiento es magia, es energía pura y transformadora, pero también es el resultado de una serie de combinaciones de sustancias químicas que se producen en el cerebro y que se distribuyen a través del sistema circulatorio y nervioso, produciendo respuestas biopsicoespirituales
La llama del amor
De hecho, en esta suerte de "cadena de sucesos" podría estar la respuesta a una de las preguntas más frecuentes con respecto al amor: ¿es posible mantenerlo? o ¿por qué a medida que los meses pasan "la llama" se va extinguiendo?
Según lo que descubrieron diversos neurofisiólogos, las sustancias productoras del enamoramiento entre las cuales se cuentan la occitocina, la testosterona y la dopamina, por mencionar sólo algunas, necesitan todo el tiempo nuevos estímulos sensoriales a fin de permanecer circulando en la sangre. Si eso no ocurre, terminan por disolverse en el torrente sanguíneo y desaparecen a los pocos meses
Por supuesto, dado que desde lo orgánico todas las mujeres y todos los hombres "emiten sus señales" y por ende están abiertos a "conectar" con otro en cualquier momento -más allá de que la fidelidad debería ser la conducta elegida cuando se intenta consolidar un vínculo y apostar a una vida en común- una persona puede enamorarse de otra conociendo únicamente aquello que está a la vista y sin saber nada sobre los múltiples otros aspectos que conforman una personalidad.
En esos casos, si al cabo de un tiempo surge el desencanto o alguna de las dos personas se da cuenta que eso no es lo que se buscaba, quería y deseaba, llega el momento de dejar de emitir esos mensajes y esas sensaciones -algo que ocurre a nivel hormonal y se materializa en la conducta- para darle paso al aspecto tal vez más racional de la relación entre dos personas: la separación.
El amor maduro
Por el contrario, cuando la relación avanza en todos los aspectos, cuando se logra apreciar y apegarse a la mayor parte de los aspectos del otro y se obtiene una gratificante reciprocidad, estamos frente a una segunda etapa en la cual hay que mantener lo que se logró. Esto es que el enamoramiento inicial, puesto a prueba por las acciones en el tiempo, vaya adquiriendo mayor fuerza.
La química neurohormonal sumará entonces sensaciones de seguridad, tranquilidad, confianza, autoestima y entusiasmo entre otras, así como también las endorfinas sexuales de la pasión y la ternura lograrán que el apego aumente, generando un círculo virtuoso de reiteración de conductas que nutrirán la relación y la reforzarán una y otra vez. Finalmente, cuando a esto se le agregan componentes racionales, estaremos en presencia del amor maduro.
Indudablemente éste es el final feliz que la mayoría desea. Lo que ocurre a veces es que en el tránsito que experimentan, los componentes químicos mencionados anteriormente, que son los que actúan a nivel de la corteza cerebral y contribuyen o no al mantenimiento de determinados sentimientos o emociones, las cosas pueden cambiar.
Cómo vivir felices para siempre
Una de las claves es mantener el interés y la energía mediante la realización de actividades en conjunto, el armado de planes en común y la voluntad de llevar la relación de un nivel a otro.
Todo eso debe complimentarse manejando la ansiedad, para evitar que algo que es muy lindo y sumamente gratificante y motivador se transforme en un foco de conflicto y estrés
Fuente: Pro Salud News