Kerry Hoffman pesaba 155 kilos y tenía diabetes. Dos años después logró perder 50 kilos y ganar su primer triatlón
(CNN) — Ya habían abierto los regalos y arrojado el papel en el que venían envueltos a la basura. Mientras veía a su hija Cadence de 2 años de edad jugar con sus nuevos regalos de Navidad, Kerry Hoffman de pronto tuvo un pensamiento:
"Tengo que estar aquí para llevarla al altar".
Sobresaltado por la idea, dio la vuelta y vio su reflejo en la ventana, fijándose en sus grandes brazos, panza y cuello. Se trataba de una imagen a la que se había acostumbrado en el transcurso de los años, pero en este día en particular, lo animó una nueva resolución.
"Puedo controlar esto", pensó. "Y realmente nunca lo he intentado antes".
En ese momento, se hizo la promesa de bajar los kilos de más; aún no sabía cómo, pero de todos modos lo haría. Medía 1.85 metros y pesaba 155 kilos.
Eso no siempre había sido así.
"Cuando me gradué de la secundaria, pesaba 113 kilos, pero no necesariamente estaba gordo. Vivía en un pueblo pequeño donde reinaba el fútbol americano. Empecé a hacer pesas más o menos a los 13 años", dijo Hoffman. El problema era que "nunca hice cardio. No me podía interesar menos por correr... Comía lo que quería".
Ese fue el statu quo hasta después que se graduó de la universidad y se casó. Entonces, ocurrió una tragedia.
"Perdí a mi padre a causa de una enfermedad hepática cuando tenía 55 años", dijo Hoffman. "Creo que subconscientemente, utilizaba la comida como un mecanismo para hacerle frente a la situación porque me encantaba cocinar y comer, y aún es así. ...Ahora lo veo con claridad".
El día después de su momento decisivo (28 de diciembre de 2011), Hoffman se inscribió en un nuevo gimnasio cerca de su casa. También concretó una cita con el médico para el día de Año Nuevo en 2012.
El doctor le hizo una revisión de rutina, y notó que Hoffman ya tomaba medicinas para la presión arterial alta y para el colesterol alto. Pero Hoffman quería la respuesta a una pregunta más. Casi al final del examen físico, le pidió al doctor que analizara su nivel de azúcar en sangre. Estaba en 277, casi 200% más arriba de lo normal.
Era oficial: tenía diabetes.
"Le dije al doctor, y esta es una cita textual: 'Voy a bajar más de 45 kilos, y me voy a curar de la diabetes'".
El doctor se sintió escéptico, y le dijo que muchas personas deciden bajar de peso para Año Nuevo, pero muy pocas tienen éxito. Hoffman decidió intentarlo de todos modos.
El primer día de su nuevo régimen de ejercicios inició con una alarma a las 5:30 a.m. Había hecho un compromiso a no quitarle tiempo a su familia, así que las sesiones de entrenamiento temprano en la mañana eran la opción lógica.
Cuando llegó al gimnasio, estaba completamente vacío. Inmediatamente, lo impactó la gran variedad de equipo de ejercicio que tenía a su disposición, y su total falta de experiencia con las máquinas.
"No sabía qué velocidad o inclinación probar. Solo probé con la caminadora porque parecía ser la más simple. Me encontraba terriblemente fuera de forma, no sabía cómo quemar una buena cantidad de calorías, ni por cuánto tiempo ejercitarme... no sabía nada. Era un novato".
Aun así, mantuvo el ritmo, cinco días a la semana. A su esposa, Emily Hoffman, la sorprendió su compromiso.
"Estaba tan decidido", dijo, "y cualquier pequeño cambio positivo en su cuerpo lo hacía seguir adelante".
El obstáculo más difícil para Hoffman fue cambiar su dieta.
"Una vez eres adicto a la comida, siempre eres adicto a la comida", dijo. "Si alguien me pusiera enfrente un plato de brownies recién hechos, sería igual de difícil decir que no como lo fue al inicio. Pero nunca puedes ver buenos resultados con una mala dieta".
Hoffman empezó a llevar registro de su ingesta de calorías con una aplicación de su teléfono inteligente, limitándose a 2,000 calorías diarias. También trató de encontrar versiones saludables de sus comidas favoritas: queso hecho con leche descremada, pizza hecha con masa de trigo y hasta brownies de frijoles negros.
A lo largo del año, Hoffman hizo un veloz progreso. Cuando llegó la época de fin de año de nuevo, hizo otra visita al doctor. Cuando recibió los resultados de sus exámenes de presión arterial y niveles de azúcar, tanto él como el doctor quedaron impresionados.
"El médico llamó a todas las enfermeras, doctores y pediatras y dijo 'Este sujeto realmente lo hizo'", recuerda Hoffman con orgullo. "Todos aplaudieron".
Pero ese no fue el final. Hoy en día, Hoffman pesa 86 kilos.
Para poder mantener su estilo de vida saludable, sigue usando un monitor de calorías todos los días. También mantiene dos fotografías al lado de su cama, de antes y después de su pérdida de peso, y cada mañana y cada noche se recuerda a sí mismo: "Nunca más".
Hoffman también sigue buscando nuevas formas de mejorar su estado físico personal, y se describe como un "obsesionado con el estado físico". Hace unos meses, participó en su primer triatlón. Después de entrenar "como loco", se llevó el primer lugar.
De 155 kilos, llegó a pesar apenas 90. De no saber usar una caminadora, a ganar un triatlón. De "novato" a "obsesionado con el estado físico". En un corto período de tiempo, Hoffman hizo un cambio drástico.
Después de eso, solo siguió adelante.