La desgracia de algunas personas muchas veces hace que estas caigan en la desesperación más absoluta hasta el punto de desear que otras personas se encuentren en su misma situación.
Esto es precisamente lo que ha dado lugar a este relato, que lejos de ser una leyenda urbana muchas personas aseguran que se trata de algo real como la vida misma.
Y es que cuentan que en una comunidad de vecinos de clase media, es decir un lugar aparentemente tranquilo, vivía una persona que siempre parecía pensativa. Incluso me atrevería a decir que triste.
Nadie sabía cuáles podrían ser los motivos para ese estado de ánimo hasta que comenzaron a suceder diferentes acontecimientos. Porque sin motivo aparente, los niños que habitaban aquel bloque de viviendas comenzaron a sentirse como él. El desánimo era una constante en aquel lugar un emplazamiento que casi parecía encantado o peor aún, maldito.
Sin embargo la respuesta la encontraron cuando uno de los vecinos acudió al médico con su hijo. Este ante los análisis practicados no tuvo más remedio que decir que su hijo padecía sida.
Aquello no podía ser, se repetía el padre de la criatura una y otra vez. Sin embargo lo peor estaba por llegar ya que aquel crío no iba a ser el único contagiado. Todos y cada uno de los pequeños que allí vivían tenían sida.
Nadie lograba explicárselo de hecho la solución la encontraron de manera totalmente fortuita. Al bajar a un cuarto en donde se guardaban artilugios de jardinería, uno de los padres vio una jeringuilla llena de sangre. Efectivamente era sangre con el virus del sida.
Ante la falta de respuestas por lo absurdo de la situación, uno de los vecinos ese que parecía estar triste a todas horas tuvo que intervenir.
“¿Realmente se creían mejores que yo? Habéis caído en mi trampa bienvenidos a mi mundo”.
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