Lo que cada persona materializa en su entorno es una proyección, un reflejo de sus patrones internos y creencias, sean propias o aprendidas por influencia familiar o social. Si aprendemos a interpretar esos mensajes que los acontecimientos de la vida real nos brindan, podemos llegar a diagnosticar la creencia inconsciente que la crea desde nuestro interior y trabajarla hasta modificarla.
Cambiar una creencia no es tan fácil, pues ha de ser reprogramada en los niveles profundos de la psique, en el inconsciente, y eso no se hace de la noche a la mañana. No se trata tan sólo de cambiar una idea y esperar a que algo ocurra como muchos piensan, sino modificar también las emociones asociadas a esas creencias, las actitudes y acciones resultantes, que son las que harán de esa nueva creación una realidad.
La proyección inconsciente de nuestros patrones internos es una de las herramientas más poderosas para la transformación y autoevolución interior. No es algo nuevo, Jesús ya lo dijo en su famosa cita que decía”que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio”. Con ella plasmaba con sencillez una gran verdad, que lo que vemos en los demás encierra la clave para entendernos y transformarnos a nosotros mismos, pues nuestra percepción de su realidad dice más sobre nosotros que sobre ellos.
Eso que vemos en el otro puede no ser una verdad objetiva, sino una interpretación que de ella hacemos consecuencia de los filtros y patrones con lo que captamos nuestro entorno. Esa proyección encierra la llave de nuestra propia programación y de nuestra transformación. Si conseguimos identificar, modificar y dominar nuestro interior a voluntad, podremos también acceder a transformar nuestro mundo y por extensión el mundo, en aquéllo que soñamos.
El secreto de la enorme capacidad transformadora de la Proyección es que gracias a ella nos comunicamos con nosotros mismos, nos conocemos, y sufrimos o disfrutamos de las consecuencias de lo que atraemos por causa de nuestros propios patrones. Es decir, que se nos devuelve lo que una vez emitimos al mundo, pues Proyección, Ley de Causa y Efecto, y Ley de Atracción están estrechamente unidas. Resolver una proyección es un utilísimo ejercicio de humildad, reconocimiento, coherencia y trabajo personal honesto.
Cuando resolvemos nuestras proyecciones, cuando entendemos qué parte es nuestra responsabilidad en el mundo que hemos creado, sólo hemos de aprender a reprogramar esos patrones y reconstruirlos hasta formar una personalidad acorde con nuestros más íntimos anhelos, aquéllos que nos hacen desear ser las mejores personas que podemos llegar a ser.
Beatriz Fernández del Castillo