Muchos tienen miedo de viajar por aire porque lo consideran un medio de transporte peligroso, sin embargo es muy seguro; mucho más que viajar en autobús o en automóvil, lo que la mayoría de las personas eligen usualmente para trasladarse por razones de distancia y costo. Si hay dos factores que incrementan las cifras de accidentes de tránsito son el comportamiento imprudente de los conductores y el mal estado de ciertas rutas y caminos. En este rubro hay uno que con mucha razón se ha ganado el apodo de ser ‘El camino de la muerte’, con un promedio de 209 accidentes y 96 personas muertas por año, lo que da un promedio de un siniestro cada 40 horas y un fallecido cada tres días.
Esta ruta se extiende por 80 kilómetros desde La Paz, Bolivia, hasta Las Yungas, al noreste del país. También conocido por esto como el Camino a Los Yungas. Su trayecto obliga a recorrer unos 15 kilómetros en ascenso, desde los 3.600 hasta los 4.650 metros por sobre el nivel del mar, para luego seguir por 64 kilómetros en un descenso de 3.600 metros por sobre el nivel del mar.
El peor accidente vial de Bolivia ocurrió justamente allí el 24 de julio de 1983, cuando un autobús se precipitó por un cañón, lo que provocó la muerte de más de cien pasajeros.
¿POR QUÉ ES EL MÁS PELIGROSO DEL MUNDO?
El camino está labrado sobre roca, es estrecho y sinuoso. En algunos sectores su ancho es de tan sólo tres metros y en ocasiones los vehículos en subida deben retroceder hasta encontrar la amplitud suficiente para que pueda pasar el que viene en sentido contrario, todo con el precipicio a centímetros de distancia por la izquierda. Sí, porque -a diferencia de lo que ocurre normalmente- se circula al revés –como en Gran Bretaña y Australia–, es decir, se asciende por izquierda y se desciende por derecha, bordeando la montaña para que el peso de los camiones cargados no haga que el terreno ceda y se desbarranque.
Mientras se avanza con cautela, quien por este camino transite deberá lidiar también con cientos de curvas cerradas sin guardarrailes y piedras que caen por la ladera. Pero el desafío no termina allí. Son usuales las lluvias, por lo que el piso se embarra con facilidad, obligando a conducir sobre un lodo resbaladizo. El punto máximo de tensión se encuentra en la altura, donde domina una niebla que por momentos no deja ver con claridad más allá de un metro de distancia.
El camino tiene estas particularidades porque fue construido con mano de obra esclava de prisioneros paraguayos tomados durante la Guerra del Chaco en la década de 1930.
Si a las complicaciones naturales se le suma el hecho de que los transportistas públicos no suelen acatar las normas de tránsito, ni someten sus vehículos a las revisiones técnicas requeridas y suelen estar bebidos, los tristes índices de accidentes se explican por sí solos. Más aún si son ciertos los rumores de que los conductores corren adrenalínicas carreras o que dirimen sus diferencias allá arriba con frases del tipo “en la carretera nos vamos a ver”.
A los pobladores de las zonas del noreste de Bolivia que circule esta información les molesta porque sostienen que asustan a los turistas y los privan de conocer zonas paradisíacas de la selva amazónica, con vegetación virgen, animales exóticos, ríos cristalinos y una temperatura que no desciende de los 18 grados en invierno.
Sin embargo, el hecho de que haya ‘riesgo’ hace que muchos extranjeros se acerquen para hacer turismo aventura. Sobre todo, los ciclistas que practican descenso de montaña. Lamentablemente, una veintena de ellos han fallecido desde que comenzó la práctica de la actividad en la década de 1990.
Para evitar un mayor número de accidentes, las autoridades locales decidieron construir una ruta alternativa –lo que les llevó una década–. Pero la opción implica largas rectas y extiende el trayecto, por lo que los conductores habituados al antiguo camino lo prefieren. Más allá de esto, que haya otra opción generó que en 2011, sólo se registraran 114 accidentes y 42 muertos en El camino de la muerte. Casi que se puede decir ‘un avance’.
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