Ni bien una mujer conoce a un hombre, si es capaz de observarlo bien, puede hacerse una idea bastante aproximada de la persona que realmente es, porque aunque intente seducirla con sus mejores armas y muestre lo mejor de sí mismo, en algún momento no podrá evitar mostrar sus verdaderas intenciones.
Todos tienen la capacidad de vislumbrar en gran medida al verdadero ser humano que se esconde detrás de su máscara. Sin embargo, algunas mujeres jóvenes cuando se sienten atraídas por un hombre que les muestra algún interés, pueden tener tan baja su autoestima y ser tan débiles, que tienden a actuar en forma impulsiva sin reflexionar y ser capaces de aceptar una relación sin conocer bien a esa pareja y sin saber sus genuinos objetivos, que por lo general pueden ser muy distintos.
Estas mujeres pierden el respeto por sí mismas, se aventuran a entregarse sin condiciones y hasta se arriesgan a quedar embarazadas, tal vez con la vana ilusión consciente o inconsciente de utilizar su estado para afianzar el vínculo y crear un mayor compromiso.
Estos embarazos, si se trata de menores de edad, por lo general suelen terminar en abortos, porque lo usual es que ni la familia ni la eventual pareja quieran hacerse cargo del niño.
El aborto deja secuelas físicas y también psicológicas en la madre, que con frecuencia se ve obligada a recurrir a profesionales poco idóneos para ser sometida a esa práctica, arriesgándose a sufrir lesiones serias en sus órganos y la amenaza de quedar estéril.
Los hombres inestables, que son los que no saben lo que quieren aunque ya tengan cuarenta años, no pierden nada, al contrario creen ganar prestigio y fortalecer su ego con cada una de sus conquistas.
Mientras tanto, detrás de cada uno de estos hombres van quedando atrás muchas víctimas que por alguna profunda razón eligieron creer en ellos.
Hay parejas que se hacen y se deshacen a lo largo de los años, intercalando ambos otras relaciones en los intervalos de tiempo que permanecen separados; y cuando se vuelven a encontrar pretenden revivir el fuego de la pasión que les parece engrandecido por la ausencia. Sin embargo tienen que saber que estas emociones que generan las experiencias viejas, duran poco, porque el desgaste que han sufrido en su momento también se recuerda.
Las mujeres, que no aprenden de su experiencia, eligen creer que su amor es para siempre, aceptan reanudar la relación, y vuelven a cometer el mismo error, creer en un hombre inestable que de mil maneras la engañó.
Para los hombres es diferente, no se involucran tanto emocionalmente, para ellos lo más importante es su trabajo; ya que un hombre desocupado pierde hasta su virilidad y puede derrumbarse hasta el extremo de querer suicidarse, pero si lo abandona una mujer no es lo mismo, se puede recuperar con más facilidad y ser capaz de reemplazarla al poco tiempo.
Los hombres inestables no cambian a menos que tengan la absoluta convicción de querer hacerlo, y si pueden sacar alguna ventaja de una situación no dudan en absoluto en aprovecharla, para después volver a hacer lo mismo.
Las mujeres que creen en hombres inestables eligen confiar en ellos y aferrarse a su ilusión, pero terminan con sus corazones destrozados y muchas veces con sus vidas deshechas.
El hombre y la mujer son dos seres humanos programados genéticamente para actuar en forma diferente.
Las hormonas masculinas llevan al hombre desde hace cientos de millones de años, a buscar a la mujer y sembrar en ella su esperma para la supervivencia de la especie; y cuantas más mujeres fecunde, más posibilidades tiene la raza humana de continuar poblando este planeta. Por lo menos eso es lo que le ordena su cerebro arcaico, porque a nivel de corteza tiene la capacidad de razonar en forma más evolucionada, aunque la corteza, que es la zona del cerebro más nueva, recién comenzó a desarrollarse hace cien mil años.
La mujer también conserva sus instintos primitivos de cuidar y enseñar a la prole, mientras el hombre de esos tiempos se ocupaba de defender al grupo y de salir a cazar animales.
Estas primitivas razones son las que en la actualidad impulsan básicamente a la mujer a tener mayor interés en formar una familia y tener hijos, mientras que el hombre puede postergar ese interés y no crear compromisos para poder salir a asegurar su subsistencia y en su tiempo libre cazar mujeres.
Es el condicionamiento genético que sobrevive en su cerebro arcaico el que principalmente impulsa al hombre a ser libre y a dejar la responsabilidad de los hijos que procrea a las mujeres, para salir a competir con otros depredadores que pueden obstaculizar su progreso económico y quedarse con la mejor parte.
Una mujer moderna, cuando llega a la mayoría de edad, lo primero que tiene que saber muy bien es qué es lo que quiere, qué vida desea tener y cómo se quiere ver en el futuro.
Una vez que ha creado una imagen de sí misma entonces tiene que actuar en consecuencia y no aceptar hombres cuyo proyecto sea distinto.
Serán una pareja formada por dos personas diferentes que se pueden respetar aunque sean distintos, pero lo que tiene que coincidir es el proyecto, porque después es tarde para que una mujer se entere que él no quería tener hijos.
En realidad, no hemos cambiado tanto como pretendemos, ya que se puede apreciar con bastante nitidez que aunque ahora la humanidad parezca confundida, básicamente, seguimos siendo los mismos.
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