Para empezar debe haber coherencia y consistencia entre lo que pienso, digo y hablo… o si no estoy creando un conflicto conmigo mismo. Entonces comienzan las tensiones físicas y el desgaste de energía porque tengo que estar pendiente y alerta de no delatarme a mí mismo. Las emociones se confunden y entra el miedo.
Así que debo ser observador de éste que actúa de cara al exterior, manteniendo una imagen, disimulando para ganarme simpatías y afecto. O manipulando al otro para conseguir lo que quiero porque por encima de todo están mis intereses. … y luego me siento culpable, o me enfado conmigo mismo y me siento un idiota. Una maraña mental.
Todos estos conflictos a la larga pueden afectar a mis órganos, desde una gastritis a enfermedades mucho peores. Y ya, cuando la salud física ha sido dañada por haberse visto envuelta en problemas emocionales que no supe resolver en su momento, la cosa se pone más fea, más complicada.
Entonces tengo que volver al principio y aprender a resolver. Tengo que limpiar, sanar y ordenar mi cuerpo emocional. Todos los sufrimientos tienen su raíz en este cuerpo y para poder resolver los síntomas y enfermedades físicas debemos purificar nuestra emociones; miedos, rabias, rencores, reproches, frustración …
Aprender a resolver es hacerle frente a todo eso que no queríamos ver en nosotros. Ir valientemente al lugar donde están los conflictos. Porque allí mismo están también las soluciones.
¡Qué alivio! … comprobar que la mayoría eran fantasmas creados por nuestra mente…
En cuanto limpiemos y ordenemos nuestra mente, la vida se hará más habitable y fácil. En cuanto decidamos ser nosotros mismos, seremos mucho más felices y podremos vivir en paz.
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