Te sientes frustrado y decepcionado y tienes un montón de reproches hacia tu pareja, hacia la vida … y esa es tú verdad… como tú la interpretas. Pero es sólo parte de la Verdad porque esa frustración y decepción tuyas, son el resultado de tú percepción.
La persona miope puede jurar y perjurar que las cosas y personas delante suya están borrosas pero sabemos que el fallo está en sus ojos, los que por un exceso de refracción de la luz, le producen ese defecto óptico.
Nuestro estado interno padece muchas veces de deficiencia de luz y no nos permite ver la realidad en toda su amplitud y claridad. Nos fijamos y agrandamos detalles insignificantes, que afectan a nuestro ego, y pasamos por alto lo realmente crucial; el conjunto (lo que afecta también al otro). Esa falta de armonía en poder ver y valorar las situaciones en su justa medida de importancia, es la causa de nuestros mayores sufrimientos y desbarajustes emocionales.
Reprochamos al otro que no nos ama lo suficiente, que no somos felices (por su culpa).
Le exigimos más atención, otra forma de comportarse, otra forma de ser, más de esto y menos de lo otro: porque no nos sentimos felices y estamos hartos… Creemos que si él o ella cambia, seremos felices.
En nuestra miopía crónica y por los condicionamientos de la falsa educación recibida, estamos convencidos que es el otro el que tiene la culpa de nuestra infelicidad. Si partiesemos de la base de que nada sucede por casualidad y de que tenemos lo que merecemos y lo que necesitamos para nuestro avance, haríamos una lectura de nuestra situación más cercana a la realidad y sacaríamos más provecho de ella. Y nos daríamos cuenta de que no se trata de justificarnos sino de poner remedio a las situaciones que nos llenan de insatisfacción o frustración.
Mientras nuestros pensamientos partan exclusivamente de nuestro ego no avanzamos nada; no aprendemos las lecciones que la vida nos pone delante. Mientras creamos que sólo somos un cuerpo físico al que atender y aceptemos que sea la mente la que gobierne, permanecemos atascados en la nada del plano lineal y mísero de la vida.
Hasta que no rompamos radicalmente esas limitaciones que nos ponemos nosotros mismos y dejemos entrar LUZ en nuestro interior para que ablande nuestras certezas, amplie nuestro horizonte y alumbre todos los rincones de nuestro ser y hacernos conscientes de todas nuestras capacidades… hasta entonces, seguiremos lamentándonos de nuestra mala suerte y nuestra vida pasará una y otra vez por las mismas situaciones desgraciadas y frustrantes sin que podamos VER las causas reales que las motivan: nuestra actitud.
Mientras no nos identifiquemos con nuestro espíritu, que nos ayudaría a relativizar y trascender el plano que domina nuestro Ego. Mientras no entendamos que nuestro cuerpo físico actúa como cubierta exterior de nuestra alma y espíritu, y no tiene más mérito e importancia que esa. Y que, a parte de nuestra obligación de mantenerlo sano, nuestra atención debe dirigirse principalmente a su contenido, donde está nuestra Esencia divina.
Hasta que no decidamos poner fin a hábitos perniciosos y negativos y decidamos mejorar nuestra calidad de vida DESDE DENTRO, vamos a repetir interminablemente nuestro sentimiento de vacío e infelicidad, aunque cambiemos el paisaje, el escenario y los personas que nos rodean.
Así que, reflexionemos y permítete RENACER.
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