Guarderías para hombresEl infierno no es que pierda vuestro equipo de fútbol. No. Ni que lo haga ante el eterno rival. Tampoco. Ni siquiera que sufra una derrota humillante que os toque ver rodeados de colegas del trabajo forofos del equipo contrario. No. El infierno de verdad se llama: "Cariño, ¿salimos a dar una vuelta? Y bueno, ya que salimos, ¿me acompañas a comprar una cosa que necesito? ¿A que sí, cari?".
Es cuestión de vida o muerte, ya sabéis, os suplicamos con carita de cordero degollado. La última vez que caísteis en la trampa resultó que esa cosa tan importante que teníamos que comprar acabó siendo una camiseta para salir esa noche con las amigas. Camiseta que encontramos tras cuatro eternas horas de peregrinación (para eso no nos molestan los tacones) y que encima no compramos porque justo bajo el pecho nos hacía una pequeña arruga (invisible para el resto de los humanos). "¿Qué me voy a poner esta noche? ¡Si no tengo nada!", aullamos desesperadas al ver la cara de mono con diarrea que ponéis ante la sugerencia de una tarde de compras. Total, que para evitar perder los papeles y sacar a mordiscos las toneladas de ropa que acumulamos en el armario (algunas incluso con las etiquetas puestas) bajáis la cabeza y accedéis una vez más a acompañarnos, aun sabiendo desde el minuto cero que os vais a arrepentir de la decisión de acompañarnos una mísera tarde –¿o es una eternidad?– en busca de un modelito.
Lo peor no es el aburrimiento (gracias a Dios podéis ir echando miraditas al smartphone o incluso pasaros un par de pantallas del Angry Birds mientras estamos en los probadores); lo peor son las preguntas trampa: "¿No me hace gorda? ¿No me hace el pecho caído? ¿No me hace un culo raro? ¿No me hace un poquito putón? ¿No me hace parecer una choni?". "Pues sí, ¿qué pasa? ¡Te sobran unos kilos, tus pechos no son los que tenías con 20 años, tus piernas tampoco, y los brazos necesitan bastante tonificación. Además, ese estampado que has cogido es feo de narices!". Pero no, no vais a decir nada de eso (aunque os gustaría), salvo en casos ya de extrema confrontación marital. Os vais a quedar calladitos por si el comodín del silencio os permite pasar de etapa. Es mejor un: "Joder, qué soso eres, no sé para qué vienes", que una semana castigados sin sexo.
Pero "¡con lo fácil que es!", chilla vuestra voz interior. Camiseta es camiseta. Pantalón es pantalón. Zapato es zapato. Y ya está. Vosotros entráis, miráis, os probáis y compráis. Fácil, ¿para qué darle más vueltas? ¿Qué quiere decir que la sisa nos tira? ¿De verdad hay zapatos con ojetes? El tono 'azul mar tropical' pero un poquito más suave, exactamente ¿qué es? Y el bies, ¿qué cojones es el corte al bies? Pues lo mismo que si vosotros, chicos, nos habláis de rabonas y folhas secas. Que, salvo honrosas excepciones, las mujeres no tenemos ni pajolera idea de lo que son.
Además, ¿es realmente necesario que toquemos toda, absolutamente toda la ropa que está colgada en las tiendas? ¿O que, entre vestido y vestido, nos probemos la misma camiseta tres veces no sea que en el tiempo que ha transcurrido nuestro cuerpo haya mutado y nos siente mejor? ¿Y que, si al final no encontramos nada, nos enfademos con vosotros –es que claro, con esa actitud, cualquiera compra tranquila– y no con las mentes malévolas que han diseñado los modelitos? Y lo peor de todo: ¿es absolutamente necesario recorrer durante tres horas el centro comercial para volver a la primera tienda y comprarnos la segunda camiseta que nos habíamos probado? ¿Es necesario?
Bueno, pues se acabó el sufrir. Una famosa tienda sueca de muebles (¡ay, esos sábados en el Ikea!) está probando guarderías para hombres. Visto que vuestra fobia a las tardes de compras hace que recorramos más rápido los pasillos y que por lo tanto compremos menos, las mentes pensantes de la multinacional han ideado salas masculinas donde os podemos dejar aparcados. Televisores con los canales de deporte sintonizados, videoconsolas, amplios y cómodos sofás, futbolines… Y, por supuesto, cerveza y picoteo a mano. ¡Ah! Y para que al estar vosotros tan cómodos echando una partidita y nosotras tan a gustito comprando con calma no nos olvidemos el uno del otro, la tienda nos avisa convenientemente al salir.
Me parece muy bien. Pero desde aquí yo también reclamo guarderías femeninas en las tiendas de bricolaje, de tecnología o en los talleres mecánicos. Porque os quejáis de que comprar es un tostonazo, pero cuando tenéis que hablar de taladros, discos duros o llantas no hay quien os pare. ¿O no estáis en Media Markt como un niño en Disneylandia?
Fuente:
http://www.revistagq.com/articulos/guarderias-para-hombres/16018