La señora J. H. Curran, de Saint Louis (Missouri), no era ninguna erudita. Tenía escasos conocimientos de historia, muy leve interés por los libros e incluso menos idea aún de las complejidades de la historia del lenguaje.
Sin embargo, de su pluma salieron una serie de trabajos que sorprendieron a los académicos más eminentes de ambos lados del Atlántico.
No obstante su aversión hacia el espiritismo y los médiums, la señora Curran fue convencida para que participase en una sesión. El 8 de julio de 1913, su mano trazó sobre la uija o tabla de escritura espiritista el nombre de Patience Worth. Desde entonces, la señora Curran y Patience Worth —quienquiera que fuese— se convirtieron en excelentes e inseparables amigas.
Por medio de la voz o de la escritura de la señora Curran, cuando se hallaba en estado de trance, Patience Worth refirió, primero, su nacimiento en Dorset (Inglaterra), en el siglo xvn. Relató luego la emigración de sus padres a América, y su muerte a manos de una partida de indios en son de guerra. Luego, en frecuentes sesiones durante muchos años, Patience dictó una serie de novelas históricas en diversos estilos literarios. Variaban desde El Cuento Triste, que se desarrolla en los tiempos de Jesucristo, hasta Hope Trueblood, novela del siglo XIX.
Hope Trueblood obtuvo el aplauso general de los críticos. El corresponsal de The Athenaeum, que ignoraba la forma en que se escribió el libro, elogió entusiasmado su «clara y definida caracterización, buen diálogo, impresionantes giros y profundo pero moderado sentimiento».
La señora Curran podía escribir dos o más novelas simultáneamente, tal como eran «dictadas» por Patience Worth. Podía escribir un capítulo de un libro y pasar a otro tema totalmente distinto, volviendo al primer libro sin perder ilación.
Tampoco se limitaba a crear novelas. Podía redactar a voluntad y contestar en prosa de época a los diversos temas que se le proponían. Ese notable conocimiento del idioma y del estilo hizo posible su más aplaudida obra, Telka, novela enmarcada en la Inglaterra medieval, escrita en el inglés de la época, que jamás había estudiado la señora Curran.
La inteligencia y talento de Patience Worth continuaron sorprendiendo a los psicólogos. Pero para la señora Curran no se trataba más que de una amiga maravillosa que le contaba fascinantes historias de tiempos ya olvidados.
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