Cuando hablamos de amor, nos referimos a un sentimiento de afecto sano y sincero, que va de la mano de la compasión y la solidaridad. Cuando una persona ama a otra, saludablemente, se preocupa por su bienestar. Amar es sinónimo de consideración, de empatía, de protección bien entendida, de afecto, de compasión humanitaria, de comprensión, de solidaridad.
A veces, algunas personas suelen decir “mi pareja me ama”, pero en realidad, lo que esa pareja hace es proporcionarle las infames “migajas de amor”. Y eso no es amor.
Las personas con una autoestima baja (no confundir autoestima con ego), suelen ver esas “migajas de amor” como grandes dádivas de amor o verdaderas señales de amor. El amor verdadero dista mucho de ser pequeño, escaso, egoísta o interesado. Por el contrario, una persona que nos ama de verdad, es aquella persona que nos ayudará a salir adelante en la vida, nos protegerá no exponiéndonos a situaciones de riesgo, no esperará que demos todo lo que podemos dar (y más también), no jugará juegos mentales con nuestros pensamientos, ni apelará a nuestros buenos sentimientos para sacar partido de ellos.
Quien nos ama de verdad, sabrá compartir equitativamente, será justo, amable, humanitario, afectuoso y protector. Las personas que nos aman sinceramente, nos dedican tiempo – no nos dedican escasos momentos (sólo cuando les conviene a ellos); nos abrazan cuando más lo necesitamos -no cuando ellos lo necesitan; y saben compartir y ceder por lo que refiere a sus actividades personales y sus amistades -no esperan que siempre hagamos lo que a ellos les gusta.
Las personas con baja autoestima tienden a hacer todo lo posible por complacer a los demás. Así, una mujer o un hombre que se han enamorado perdidamente de una persona narcisista o egoísta, harán lo que sea para complacer a esa persona y ser aceptados o “queridos” por esa persona. Incluso si ello implica dejar de lado las cosas más importantes de su propia vida.
Por otro lado, las personas con personalidades muy seductoras (como algunos narcisistas, psicópatas y otras personalidades egoístas) nunca valorarán a las personas que tienen al lado por quienes son, sino que sólo las valorarán cuando satisfagan sus expectativas o disfruten de las mismas cosas que ellos disfrutan. Las personas seductoras tienen mucho carisma y consiguen que los demás crean que son increíblemente honestos, generosos, amables y considerados, cuando en realidad, son exactamente lo contrario.
Así, las personas con baja autoestima, inevitablemente caen rendidas a los pies de los seductores. Dejan de lado sus propias metas, sus actividades e incluso sus amistades y, sobre todo, les cierran las puertas a quienes quieren aconsejarles bien.
Cualquier cosa que haga el seductor será visto como algo maravilloso por quien tiene una autoestima baja. Cualquier cosa que sus amistades le digan para salvarle de caer en manos de un seductor, será vista como una falta total de comprensión.
Cuando las personas con baja autoestima (o bien, las personas con una autoestima normal, pero que están pasando por un mal momento) se enamoran perdidamente de un individuo netamente seductor, no hay razón que oigan ni consejo sano que quieran aceptar. Lo único que quieren es estar junto al seductor, no perderlo, ser aceptadas pero ese individuo, sin importar cuál sea el precio a pagar.
Lo lamentable es que, después de un tiempo, suele suceder lo que normalmente sucede: el seductor deja a la persona con el corazón destrozado y va en busca de otra conquista. Y entonces, las víctimas se preguntan: ¿Cuál es el remedio para el “amor”?
El mejor remedio es darse tiempo para reflexionar sobre la experiencia, adultamente, y asumir el error cometido para aprender a ver a las personas tal cuál son y evitar caer, nuevamente, en manos de otro seductor.
La familia de la persona que ha sido víctima de un seductor, necesita comprender que lo que para algunos era obvio o evidente, para la persona perdidamente enamorada no lo era. No se deberán abrir juicios de valor, ya que ello no ayuda a que la persona desilusionada pueda mejorar su autoestima y recuperarse pronto de un desengaño amoroso. Y es importante que alienten a la persona engañada a salir adelante y retomar las actividades y metas de su vida.
Cuando las personas que se han enamorado de un seductor caen en la cuenta de que han sido manipuladas, engañadas, no valoradas, y descartadas, suelen pasar por un periodo de aislamiento y depresión, fruto de su profunda desilusión y del dolor afectivo que ello le ha causado.
De nuevo, hay que darse tiempo para sanar emocionalmente. No hay que reaccionar con enfado, despecho, desprecio, maltrato hacia otras personas o conductas autoagresivas, sino todo lo contrario. Hay que asumir el dolor, aceptar el error y comprender que a cualquiera le puede pasar enamorarse de la persona equivocada; o enamorarse de un típico seductor o seductora que sólo se dedican a coleccionar conquistas amorosas como si fueran trofeos de caza.
Los seductores, narcisistas, egoístas, psicópatas y otros tipos similares de personalidad, sólo se aman a sí mismos y no tienen espacio en sus vidas y en sus corazones para nadie más. Sólo buscan gratificación instantánea y esperan que los demás se adecuen a sus necesidades. Generalmente, se presentan como personas amables, cancheras, simpáticas y que necesitan afecto porque su ex pareja los ha abandonado… Claramente, eso no es amor.
Como remedio preventivo: si aún está a tiempo, huya de un seductor.