Con frecuencia nos preguntamos si debemos perdonar y tolerar una conducta o no. Si ya hemos soportado cierto tipo de conductas muchas veces y no deseamos continuar soportándolas o si debemos ser más flexibles y ampliar nuestra capacidad de perdonar y nuestro rango de tolerancia.
Lo cierto es que la vida consiste en mantener un equilibrio saludable, sin caer en los extremos. No es saludable ser implacable y no perdonar nunca nada a nadie, ya que nosotros también somos humanos, cometemos errores como cualquier persona y a veces, necesitamos ser perdonados también. Tampoco es saludable ser hiperflexible, hipertolerante, perdonar siempre todo a todos.
Hay personas que temen poner límites por varias razones: no desean ser el “malo” de la película; quieren quedar bien con todo el mundo, en todo momento; necesitan aprobación y aceptación de los demás y temen no ser aceptados si ponen límites; y en muchos casos, el enemigo más implacable es aquél que cada uno lleva adentro: la autocrítica y la incomodidad que conlleva poner límites.
Hay personas que buscan ser excelentes personas en todo momento y no desean ser vistas como “intolerantes” o “inflexibles” a causa de poner límites. Pero también están aquellas personas que se critican duramente a sí mismas y no se perdonan a sí mismas si les ponen límites a los demás.
Poner un límite significa comunicarle a otra persona: Hasta aquí te permito avanzar y más allá, no. Poner límites, decir NO, son conductas que conllevan cierta responsabilidad, y hay personas que no se sienten a gusto cargando con la responsabilidad de poner un límite. En el caso de la relación entre padres e hijos, es muy común que a los padres les cueste poner límites. No sólo porque es más difícil, emocionalmente, ponerle un límite a un ser querido que a un desconocido, sino también porque los niños tienden a responder cosas como: “Ya no me quieres más”. Esto es porque los niños no comprenden que los límites que los padres les ponen son para beneficios de ellos (los niños) y de todos, en general.
Un niño que aprende a crecer sin límites creerá que puede ir por la vida haciendo lo que quiere sin ningún tipo de castigo cuando su conducta no sea la adecuada. La falta de límites hace que los niños no logren discernir qué está bien y qué está mal, cuál es una conducta adecuada y cuál no la es. Y en general, los niños tienden a probar hasta dónde pueden llegar sin ser “frenados” a tiempo. Cuando ese freno o límite no existe, en la vida adulta actuarán igual que cuando eran niños y nadie ni nada les impedía hacer lo que querían.
Asimismo, también hay adultos que piden que alguien les ponga un límite. De hecho, las conductas que no son adecuadas ni aceptadas en la sociedad, como robar, estafar, matar, agredir con violencia a otras personas, son conductas que están penadas por la ley. Una persona que estafa, roba, agrede físicamente o mata a otra, es enjuiciada y encarcelada.
Con respecto a las agresiones verbales, a la violencia emocional, también hay personas adultas, adolescentes y niños, que piden límites constantemente. Y a su vez, hay personas que toleran este tipo de conductas y no ponen límites por temor a ser juzgados como “villanos” por temor a no ser aceptados o amados por los agresores, y también por temor a su propia crítica interna.
Poner límites a tiempo salva una relación. Ya sea una relación de pareja, una relación de padre-hijo, una relación laboral, una amistad, etc. Cuando no ponemos límites a tiempo, estamos comunicando un mensaje importante: “Puedes faltarme el respeto, y no haré nada acerca de esto”, “Puedes agredirme y lo toleraré”.
Cuando una persona tiene una conducta inadecuada, esté dirigida hacia nosotros o no, es importante poner un límite, hacerle comprender a esa persona que esa conducta no es adecuada, y esto no implica, necesariamente, que uno deba terminar con una relación, pelearse con una persona o reprenderla de modo exagerado. Pero sí es importante poder comunicar ese límite a tiempo, antes que una situación se agrave o que una conducta inapropiada se vuelva costumbre.
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