Ligar con la vecina: el desafío cercanoYa hemos mencionado anteriormente, analizando las andanzas espirituales de nuestro tótem, que a la hora de encontrar compañía no siempre es necesario -ni efectivo- frecuentar los sitios que frecuenta todo el mundo: el triángulo de la molicie mental trabajo, bar, discoteca. En aquella misma ocasión dábamos algunas sugerencias, pero para ser totalmente sinceros no eran todo lo accesibles que uno desearía. Sin embargo, hay un lugar en nuestro día a día que nos ubica en una intimidad inesquivable y al que no damos la suficiente importancia. ¿Y si jugamos en el portal, en el pasillo, en el ascensor? ¿Y si lo intentamos con la vecina?
La motivación se da por supuesta: el mito de la vecinita es el más potente del calentunario colectivo junto con el de la profesora y la enfermera. Pero a diferencia de estas, una vecina no deja de darnos lecciones pasados los 18 (a no ser que se lo pidamos) y no tiene que limpiarnos con una esponja y un barreño (a no ser que se lo pidamos). La vecina es, en principio, el affaire perfecto: no le vale la excusa de "tengo que coger el último metro" para no venir a tu casa, como tampoco le vale "ya no pasan taxis" a la hora de largarse a la suya, y es realmente útil tener alguien en el edificio a quien dejarle un juego de llaves de repuesto. Esto último quizás no sea muy erótico, pero el hombre GQ sabe conjugar placer y pragmatismo. Así que manos a la obra.
Una vez oteado un objetivo en algún cruce casual, lo primero es averiguar su nombre y con quién vive. Como ya os imaginareis, la manera apropiada de hacer esto es mirar hasta qué piso llega el ascensor cuando ella lo llama, deducir de ahí su buzón, sacar recibos del banco con unas pinzas, abrir la correspondencia con el vapor de una tetera, volver a meter las cartas en el sobre una vez averiguada la situación sentimental (y financiera; placer y pragmatismo, ya sabéis...) y devolverlo todo al buzón. Todo esto un martes a las 4 de la mañana y vestido de negro, que camufla y en caso de pillada es muy favorecedor. Otra manera sería preguntárselo a la portera, pero meh. Y una última sería entablar conversación directamente con ella, pero aparte de vulgar y facilón, sólo se lo he visto hacer a estudiantes de percusión con gorrita, perilla y pantalones a rayas. Y por fácil y directo que pueda parecer, por ahí, no. Así que apunta en la lista de la compra "pinzas barbacoa".
Tras esto, y si la vecina supera el test de resistencia románticofinanciero, hay que provocar ese primer encuentro hablado que pondrá todo en funcionamiento. Para esto podemos contar de nuevo con la ayuda de la portera y su sistema de detección de movimiento, pero no es del todo recomendable: no solo le quita autosuficiencia a la cosa, sino que antes o después lo pagaremos. Y en sentido literal: el recibo de la comunidad aumentará unos euros cada mes en concepto de "servicios informales" y claro, no es cuestión de reclamar por unos eurillos, y menos a la persona que lleva observando cómo entras y sales del portal exactamente 25 segundos después que la chica tan mona del 4º. Así que lo mejor es de nuevo el DIY.
POSIBILIDADES PARA EL CRUCE
1. El pasillo: busca una afición que te permita pasar más tiempo en el pasillo. Yo aprovecho que los contadores están fuera y echo carreras cronometradas entre el de la luz y el del agua. No sólo aumentas las posibilidades de encontrártela, sino que además ¡es divertido!
2. Tirar la basura: ¿odias cuando metes la mano en el bolsero (ya hablaremos otro día de lo que implica para el alma usar las bolsas del Mercadona para esto) y sólo salen, una y otra vez, bolsitas de farmacia? Pensamiento lateral: úsalas para arrojar tus despojos y así tendrás excusa para bajar la basura cinco veces al día, cinco veces más que te la puedes encontrar.
3. El tendedero: ¿tu piso está por encima del suyo? Prueba a lanzar y enganchar calzoncillos en su cuerda de la ropa; si puede ser, que estén limpios. ¿Tu piso está por debajo? La divertidísima explicación de cómo llegó esa elegantísima camisa de 200€ a su balcón merecerá una cena, ¿no? ¿No?
4. El ascensor: cuando encierras a dos mamíferos en edad reproductiva en una caja de 1x1 es muy probable que pasé algo. Cuando uno de los dos mamíferos es ESPAÑOL es inevitable. Llévate lectura, intenta no comer legumbres y espera subiendo y bajando felizmente a que ella entre. Solo un par de recomendaciones: intenta no parecer un violador y sobre todo no hagas movimientos bruscos.
5. Ataque frontal: así, a las bravas, para gente que guste de emociones fuertes, siempre estará el clásico llamar al timbre e intentar que tu boca emita un sonido lo más parecido a “¿hola, tienes sal?”. Y después de 10 meses escribiendo para GQ, he de abrir el corazón y confesar, por una vez, la verdad: esto a mí ME FUNCIONÓ. Una vez. Con italianas borrachas. Hace diez años. Y fue para pedirles una silla (¿?), no sal. Pero lo importante es que ME + FUNCIONÓ. La esperanza tiene nombre, y se llama Guillermo.
Fuente:
http://www.revistagq.com/articulos/la-vecina-el-desafio-cercano/15519