La gente, por razones diversas, suele ser hipócrita. Hay ocasiones en que se trata de un mecanismo de sobrevivencia, otras veces es mera imitación del comportamiento visto a diario. La mayoría de las veces, sin embargo, no es más que un signo de cobardía.
Sí. La gente en su mayoría es cobarde. Pocos se atreven a decir las cosas "como son" por miedo a ser calificados de rudos, de la misma forma que una minoría muy mínima se atreve a reclamar y/o llamar la atención en situaciones que así lo ameritan.
Porque somos una sociedad global de cobardes es que hay gente que se sale con la suya, sin importar lo grande o descarado que sea su abuso.
Gente abusadora la hay en todas partes e instancias: en el trabajo, en el lugar de estudios, en la calle, en el residencial y hasta en el propio hogar. Pocos, por no decir nadie, están dispuestos a enfrentar la situación y por eso el abusador se pasa años haciendo y deshaciendo a sus anchas, en detrimento de los demás. Cuando finalmente aparece uno dispuesto a enfrentar la situación, las quejas del abusador no se hacen esperar.
De todos los escenarios posibles donde la hipocresía está presente, ninguno como el mundo diplomático.
A veces da la impresión que la función de embajadores, cónsules y demás representantes de las distintas naciones del mundo es hacer un acto donde las verdaderas intenciones quedan cubiertas por falsas sonrisas y delicadezas absurdas. Cierto es que de vez en cuando cometen sus deslices, lo que nos recuerda que todo lo otro es una falsedad.
¿Y qué hay de aquella hipocresía que viene por el qué dirán? Esa es la peor de todas. La razón por la que la gente a veces asume una postura contraria a sus más profundas convicciones, solo porque hay una necesidad de "quedar bien" ante la gente y la sociedad.
Este último tipo de hipocresía es la razón por la que en Estados Unidos se inventaron el concepto de "políticamente correcto", una plaga que le hace la vida miserable a cualquiera por el lado de la mal llamada libertad de expresión.
Lo políticamente correcto hace años se está saliendo de las manos. Bajo esa premisa cualquier cosa es una ofensa y motivo de demanda, al menos en países donde demandar se ha convertido en un deporte. Es también lo que impide decir algunas verdades sin que la gente, ignorante en su mayoría, le caiga encima al que las dice.
Un mundo muy complicado este en que vivimos.
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