El bienestarA menudo confundimos el placer con la felicidad (o bienestar). Si bien el placer puede formar – y forma- parte de la felicidad, la duración de éste en el tiempo es limitada.
¿Qué es la felicidad? Cuántas veces no nos habremos hecho esa pregunta seguida de “¿Cómo podría alcanzar la felicidad?”. A mí me gusta hablar de bienestar. Bienestar psíquico, emocional, físico… Encontrarnos en un estado de bienestar podríamos definirlo como estar en un estado de equilibrio. El bienestar no es simplemente una sensación de placer, el bienestar supone una profunda sensación de realización.
Tendemos a focalizar las emociones en cualquiera de los dos extremos. Si algo no me resulta agradable lo meto en el saco de lo negativo, y viceversa, y en gran número de ocasiones no somos conscientes de que para alcanzar ese grado de bienestar necesitamos tener presentes los dos extremos: el bien no existiría sin el mal y el placer no existiría si no pudiéramos compararlo con situaciones de desgana, por ejemplo.
El bienestar no tiene que ver exclusivamente con emociones positivas, en él subyacen todos los estados de ánimo. Una vez que sabemos qué es la felicidad, lo siguiente que nos preguntamos es la forma de proceder en la búsqueda de la misma. Existen dos respuestas para esto, o bien lo hacemos interiormente o externamente. En el mundo occidental tenemos tendencia a buscar la felicidad en lo externo, hacerlo desde fuera. Si tuviera el coche “X”, y el dinero que quiero me podría comprar la casa que siempre he deseado, sin problemas económicos. Además, estaría la mitad del año viajando y tendría casas en alguno de esos sitios a los que viajaría con frecuencia; traduciéndose todo ello a algo tangible, material. Ese podría ser un ejemplo de felicidad para alguna persona, prosperidad económica y abundancia, crear un estatus con pinceladas de grandeza. De esta forma dirigimos nuestros pasos hacia el camino de convertirnos en “Soy lo que tengo” y no “Soy lo que soy”.
Suponemos que para alcanzar el bienestar debemos tener todo lo que subjetivamente creemos necesitar. Si lo buscamos externamente, ¿seremos capaces de controlar todos los factores externos para alcanzar nuestro objetivo? La respuesta es, claramente, “no”. El control que nosotros tenemos del mundo exterior es temporal y limitado. Entonces, ¿debemos trabajar el bienestar desde nuestro interior o nuestro exterior? Trabajar con una proyección interna es una herramienta poderosísima. De esta forma, nuestras condiciones internas se vuelven más fuertes. Dentro de las ventajas que supone conocerse a uno mismo nos encontramos con la utilización de los recursos propios de la forma más eficaz posible, así como saber nuestras debilidades y fortalezas a la hora de afrontar cualquier tipo de situación, habiendo desarrollado estrategias adecuadas para ello.
Por supuesto que las externas afectan, pero no lo harán del mismo modo si en la base de nuestra proyección hemos apuntado más hacia nosotros mismos que hacia los factores externos; no tendremos el mismo modo de vida si hemos decidido trabajar para aumentar la fortaleza de nuestras condiciones internas que si hemos trabajado en el aumento de nuestros factores externos (obtener más dinero, mayor reconocimiento social por lo que tenemos etcétera) como primer objetivo.
Son numerosas las personalidades que a lo largo de la Historia nos han animado, y animan, a desarrollar nuestro interior. Un ejemplo de ello lo encontramos en la inscripción grabada por los siete sabios en el oráculo de Delfos (Grecia), dice así: “Nosce te ipsum” (“Conócete a ti mismo”). ¿Por qué no intentarlo?
Fuente:
http://psiqueviva.com/el-bienestar/