Lo más importante es mentalizarse de que es imposible estar de acuerdo con todo el mundo. Piensa que digas lo que digas al menos la mitad de la gente estará en contra de tu opinión. Entonces, cuando alguien no esté de acuerdo contigo, piensa que es una de esas personas. Cuando comprendas y esperes la posibilidad de crítica, dejarás de interpretarla como una ofensa personal, y comprenderás que estar en desacuerdo con tu opinión no significa un rechazo a tu persona. Esta es siempre la base de toda acción para superar el problema, pero existen también otras estrategias o trucos para corregirlo.
Resulta irónico, pero lo cierto es que la gente que parece conseguir mayor cantidad de aprobación es precisamente la que nunca la busca, que no la desea y a la que menos le preocupa conseguirla. Por supuesto que nadie conseguirá nunca la aprobación de todo el mundo por todo lo que hace, pero al valorar la propia opinión y por ende a uno mismo, dejará de preocuparse y deprimirse por no obtener la aprobación de los demás.
Formula las objeciones con el sujeto "tú", declarando y comprendiendo siempre que la desaprobación le pertenece a tu interlocutor y no a ti. De esta forma evitas pensar con "yo", es decir, suponiéndote en la necesidad de defenderte y modificar tu opinión para lograr la aprobación de los demás.
Busca intencionadamente la desaprobación de los demás, tocando temas en que les sabes contrarios a ti. De esa forma te acostumbrarás a enfrentarte conscientemente a su falta de aprobación y ampliarás tu repertorio de recursos para superarlo sin necesidad de complacerlo a tu costa.
Ignora, simple y definitivamente, las muestras de desaprobación de los demás. Así te demostrarás que tu opinión acerca de ti mismo es más importante que la de los demás, y no te dejarás influir por ella.
Pregúntate si las cosas te irían mejor si todos estuvieran de acuerdo contigo. Piensa que lo que los demás opinen sólo tiene efecto sobre ti si tú permites que así sea.
Piensa que tu opinión puede ser acertada aunque no goce del consenso de todos, o de nadie más. Y piensa también que la opinión más extendida puede ser, lo ha hecho con frecuencia, la más equivocada. Así las cosas, ¿por qué discutir para convencer a nadie de lo acertado de tu opinión?
Acostúmbrate a comprar sólo tu ropa y otros objetos, sin depender de la opinión de otros para garantizarte así su aprobación. Viste como te gusta, y que no te importe la opinión ajena.
No busques en la ratificación de otros un seguro para tu aprobación, con frases como: "¿no es cierto, Carlos?" o "pregúntaselo a Luis".
Fíjate en una conversación, en el tiempo que estás hablando tú y el que los demás acaparan la conversación. Lucha contigo mismo por no ser el que menos habla y por no hacerlo sólo cuando se solicita tu opinión. También puedes fijarte en cuántas veces te dejas interrumpir por los demás y cuántas veces cedes tú cuando hablas al mismo tiempo que otra persona.
Evita hablar siempre con preguntas, buscando de esa forma la aprobación al delegar en el otro la responsabilidad de la afirmación. No digas "Hace buen día, ¿verdad?" sino "¡qué buen día hace!"
En conclusión, la aprobación es una gran cosa, y es muy agradable sentirse aceptado. Nada tiene de malo pretender ser aceptado por la gente y de esa forma estar integrado en el grupo o la sociedad. El problema surge cuando este deseo se convierte en una necesidad, y no lograrla resulta doloroso. Vencer este problema resulta muy difícil porque es algo que nos ha sido inculcado desde nuestro mismo nacimiento. Estos pequeños ejercicios pueden ayudarnos a empezar a vencerlo, pero sólo lo harán con la práctica. De nada sirve leerlo y estar de acuerdo. Su utilidad sólo será real cuando los apliquemos a nuestra vida cotidiana.
Extraído del libro "Las Puertas de la Felicidad", por Zelig Pliskin