Realizando esa actividad, el tiempo se detuvo… Nada me importaba, excepto la actividad en sí misma. Estaba tan intensamente concentrado que no recuerdo lo que sentía… estaba absorto en ello, muy motivado. La concentración hacía que controlara lo que estaba haciendo a la perfección… era como estar flotando, todo fluía a mi alrededor… yo fluía.
Cuando paré un momento y miré por la ventana, ya se había hecho oscuro y ni me había dado cuenta de que habían transcurrido dos horas. Durante ese tiempo, no había sentido la necesidad de descansar, ni comer… tampoco lo hubiese querido. No sabría decir qué sensaciones había experimentado exactamente pero, al parar, estaba muy satisfecho… había sido muy, muy placentero a pesar del esfuerzo.
El término fluir (flow) remite a un estado positivo y profundo de inmersión que se da durante la ejecución de determinadas tareas. Se trata de una disposición de la conciencia, caracterizada por la percepción de un reto externo elevado y, a la vez, unas habilidades personales que permiten afrontarlo.
Es decir, hay un equilibrio entre habilidades y percepción de dificultades que provoca que el sujeto no se angustie ni llegue a aburrirse. Al contrario, el individuo está tan motivado por esa actividad que le supone un reto, y por el hecho de saber que tiene las capacidades para realizarla, que fluye.
Por todo esto, al concepto de “fluir” también se le llama “experiencia óptima”. Se trata de un estado personal que depende de la capacidad que tengamos de controlar todo aquello que ocurra en nuestra consciencia momento a momento. Cada persona la puede alcanzar basándose en su propio esfuerzo y creatividad.
De hecho, Mihály Csikszentmihalyi (¿quién se atreve a pronunciarlo?
), psicólogo húngaro que creó este término, propone conseguir la felicidad a través del control de nuestra vida interna.
Así pues, imaginemos al virtuoso del piano fluyendo en un concierto, concentradísimo y disfrutando a pesar del esfuerzo. O a la estudiante de biología que lee un libro de ingeniería genética que le requiere una gran concentración y que le encanta… O a la pintora que va plasmando en un lienzo aquello que ha construido en su cabeza, después de mezclar determinados colores en la paleta. O a los jugadores de un equipo de de fútbol… fluyendo mientras se esfuerzan en llevar a cabo las estrategias que les llevarán a la victoria. O al aficionado a la repostería que elabora un nuevo cupcake que le supone todo un reto, que sabe que puede alcanzar.
Todas estas pueden ser experiencias de flujo para personas que sienten que realizarlas les conlleva un esfuerzo que les resulta placentero y satisfactorio.
¿Es lo mismo fluir que ser feliz?
El estado de flujo no se puede equiparar a la felicidad porque, precisamente, cuando estamos fluyendo no podemos tener la percepción de bienestar. Es imposible.
No podemos sentir la felicidad pero, paradójicamente, somos felices.
Y es que cuando fluimos estamos tan absortos en la tarea que estamos realizando que todo lo demás nos molesta, incluso el pararnos a pensar en si somos felices o no. Si tomáramos conciencia de ello nos “cortaría el rollo” y dejaríamos de serlo. En definitiva, no nos percibimos como seres felices durante la ejecución de la tarea, pero sí que tomamos conciencia de la felicidad cuando dejamos de fluir y nos damos cuenta de lo ensimismados que hemos estado. Tomamos conciencia del placer que sentimos ahora, gracias a que hemos controlado nuestra vida interna durante la realización de la actividad que nos ha hecho fluir.
Cuando el fluir provoca adicción
Tenemos que tener en cuenta que el vínculo entre el fluir y la felicidad depende de la actividad en la cual la persona se involucre, y de si esta actividad es capaz de reconducirla a nuevos retos y desafíos que impliquen un crecimiento personal y/o cultural.
De hecho, existen casos en los que la experiencia óptima puede resultar adictiva y, por lo tanto, en estos casos las actividades que se realizan con el objetivo de fluir no son saludables ni llevan a la felicidad. Sería el caso del juego compulsivo.
Aprende a fluir ante nuevos retos
Todos podemos crear oportunidades para fluir de manera más frecuente y, así, utilizar esta vía para ser un poquito más felices. Para ello:
Conócete a ti mismo. ¿Cuáles son tus cualidades? ¿Las estás utilizando? Analiza cuáles son tus competencias e intenta buscar actividades que te supongan un reto, que te motiven y en las que puedas poner en funcionamiento estas capacidades. Márcate objetivos realistas, que sepas que puedes alcanzar con cierto esfuerzo pero sin llegar a angustiarte.
Ten en cuenta que la concentración es lo que lleva al estado de flujo. Si no haces ninguna tarea que te requiera una mínima concentración, búscala atendiendo a tus preferencias personales. Para encontrar este tipo de ocupaciones, intenta detectar aquellas actividades que te aportan bienestar subjetivo y emociones positivas una vez finalizadas.
Búscale un sentido a todo lo que haces, comprométete, mantente activo/a y responsabilízate.
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