Los placeres sexuales son variados y activan todos los sentidos: si el tacto es indispensable, la vista funciona como detonador y reactivador. Las dos personas están lo suficientemente cerca una de la otra para sentir el olor corporal mutuo. La boca y la lengua pueden degustar el cuerpo del compañero. La voz y el ruido de la respiración acompañan el xxxxxx e intensifican la emoción. Todas las partes del cuerpo se ven implicadas durante el juego sexual.
Las principales zonas erógenas
Podemos llamar así a los órganos cuya excitación es necesaria y suficiente para lograr un orgasmo.
En el hombre, la zona erógena primaria se limita al pene; la piel que lo recubre ejerce un roce clave sobre el glande durante los movimientos de masturbación o de penetración. El glande también se excita en la penetración gracias al roce contra el fondo de la vagina.
En la mujer, la zona erógena primaria comporta dos polos: el clítoris y la vagina. El clítoris se excita a través de las caricias o de la fricción, mientras que la vagina apenas tiene receptores del tacto. Pero la vagina es sensible a la obstrucción sanguínea y a las contracciones de los músculos de su pared, así como a las reacciones musculares que ciñen su base. Es este conjunto complejo el que se pone en marcha durante el orgasmo obtenido únicamente mediante la penetración, es decir, sin estimulación clitoriana.
Las zonas erógenas secundarias
estimulación provoca la excitación de las zonas erógenas primarias; además, participan del placer sexual intensificando y enriqueciendo la excitación. A pesar de su importancia, no son fundamentales en la obtención de un orgasmo y, en algunas ocasiones de mucha excitación o cuando se quiere obtener placer rápidamente, solo o en pareja, hombres y mujeres saben hacer uso de ellas para ir directamente al grano…
En el hombre, la zona erógena secundaria incluye la zona desde el pene hasta el escroto, la parte interna y superior de los muslos, el perineo y los alrededores del ano. La zona secundaria está, pues, íntimamente ligada a la primaria. Los pezones también pueden ocupar un lugar importante.
En la mujer, esta zona comprende toda la piel y las mucosas que van desde el pubis hasta el surco entre los muslos, pasando por los labios mayores y menores, la entrada de la vagina, el perineo y el ano. La zona comprende también los pecho y, particularmente, el pezón. Estas zonas se excitan con las caricias y el roce.
Las zonas erógenas potenciales
Teóricamente, todo el cuerpo puede ser acariciado de manera de generar sensaciones voluptuosas. Pero no todos los adultos son iguales frente a las posibilidades que ofrece su cuerpo. Todo dependerá de los dones innatos y del aprendizaje. Al igual que sucede con otros tipos de sensibilidad (las personas dotadas de un oído privilegiado, por ejemplo), hay cuerpos con mayor habilidad para sensibilizarse eróticamente que otros.
Por otra parte, desde la infancia, el contacto físico de los padres, sobre todo el de la madre, educan el cuerpo del bebé y del niño, relacionando el contacto con un ambiente particular: si el contacto es únicamente funcional y el ambiente frío, el cuerpo del pequeño no guardará ningún recuerdo agradable. En cambio, si se establece un juego de mimos, caricias y besos dentro de una atmósfera calurosa y tierna, las zonas de la piel implicadas registrarán el carácter agradable de la sensación. Como a las mujeres, cuando son pequeñas, se las acaricia y abraza más que a los hombres, éstas han desarrollado más zonas erógenas que sus compañeros.
El descubrimiento del propio cuerpo
El aprendizaje no se limita a las impresiones pasivas que se han recibido en la infancia. Durante la adolescencia y al comienzo de la vida adulta, cualquier persona puede seguir descubriendo su cuerpo y, en consecuencia, nuevas sensaciones. En esta situación, la mujer vuelve a correr con ventaja, ya que, buscando su propio placer, se acaricia de manera más espontánea la zona perineal, los muslos, el vientre, los seños, los hombros… El hombre, en cambio, se limita a tocarse el pene. La exploración del propio cuerpo explica por qué la mujer puede obtener un orgasmo simplemente apretando los muslos, acariciándose los pechos o, inmóvil, haciendo una contracción rítmica de los músculos abdominales y pélvicos. Hay mujeres que se excitan con una caricia en la rodilla, otras con unos mimos en los pechos y otras con la penetración de un dedo en el ano. Las variaciones son infinitas, al igual que lo son el aprendizaje y las experiencias de cada uno.
Dr. Y. Ferroul