Se escribe mucho sobre marca personal, innovación, nuevos enfoques, reformulaciones”, emprendedores y reemprendedores,… cuando yo creo que quienes saben que pueden ponerse en marcha abanderando estos conceptos, lo que les preocupa es otra cuestión: “cómo ponerlo en valor”
Realmente es complejo, porque no tiene mucho que ver con lo que cueste (en valor moneda) en ese instante en concreto, sumándole lo que podría interpretarse como beneficio justo.
El valor de las ideas, de los nuevos conceptos, de los nuevos productos, tiende a menospreciarse, desde el mismo instante en el que la idea, el concepto o el producto ya se aceptan como innovadores o talentosos.
Lo que haya costado llegar a ellos, el talento utilizado en el camino, todo aquello que haya costado (en tiempo y dinero) llegar a la conclusión necesaria para concebirlos, ya parece que no importan. Lo interesante es que ya están ahí, dispuestos a ser usados, copiados, reinterpretados y muchas veces mal entendidos.
Muchos investigadores e inventores que con su entusiasmo y talento, han hecho posibles grandes ideas, acaban en trabajos de segunda fila, porque o no les han apoyado, o no han sabido poner en valor algo para lo que están dotados, y sus logros han acabado convertidos en algo que no se relaciona con ellos.
Por ello es importante alentar el talento y ponerlo en valor en las Empresas y Organizaciones. Se trata de hacerlo visible y convertirlo en un mérito colectivo, pero que tiene autor.
Estamos necesitados de pensadores, investigadores, innovadores, emprendedores y personas que usen su talento para ayudarnos a todos a construir el futuro, y lo que queda claro es que se ha de poner en valor su trabajo, porque si no, sólo andamos por un camino que no sabemos dónde nos lleva, y aquellos que pueden reorientarlo ya no les importa.
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