Estamos rodeados por mensajes que nos exigen que nuestro comportamiento sea el de no apartarse ni un milímetro del camino trazado. Que limitan nuestra capacidad creativa o que son muy tóxicos cuando nos atrevemos a manifestar una opinión.
Es difícil mantener el equilibrio, cuando los constantes terremotos financieros, sociales, de credibilidad de según qué dirigentes, o las dificultades para visualizar un futuro mejor, hacen mella en nuestros quehaceres diarios.
Cuando nuestras propuestas son consecuencia de una reacción airada e inmediata, debemos estar callados, respirar hondo y observar con ojos de quien puede que tenga una solución pero que todavía no está a punto.
Cuando son fruto de una reflexión analítica que puede ayudar, también se ha de ser cauto, para “soltarlas” cuando el clima sea el adecuado, para que la reacción de quien nos ha de escuchar, no sea la respuesta de alguien que se sienta desautorizado.
Muchas veces la palabra emprendedor, puede llegar a ser confusa, ya que un emprendedor lo puede ser también interno. Aquel que busca mejoras y busca la forma de aplicarlas para mejorar procesos o resultados.
Es por ello que es necesario para quien lidera un grupo buscar las personas de este perfil, con el fin de que su talento no pase desapercibido. La suma de los talentos se convierte en la base del capital intelectual de la empresa y es necesario tenerlos localizados.
Es por ello, que ser emprendedor es mucho mas que poner en marcha un negocio, continuar otro, o aportar talento y soluciones en el que trabajo que desempeñe.
Es la suma de creatividad, talento, “buen rollo”, conocimientos y aprendizaje constante. Y no en este orden, sino mezclados como un cóctel y servidos fríos.
Sigo apostando por aquellos que aportan valor allá donde estén. Por aquellos que aprenden constantemente y son proactivos. Por aquellas personas con las que da gusto trabajar.
Por aquellos que son emprendedores, a pesar de todo.
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