Quien en la presente vida ha encontrado alguna escuela preparatoria o ha descubierto algún motivo que le ha hecho reflexionar hasta el punto de comenzar y tomar en serio el camino de espiritualidad que lleva a la iniciación o, al menos, a un cambio de vida, se ha podido dar cuenta de que si no se sacrifica y no se tiene persistencia poco desarrollo se puede alcanzar. La mayoría de los aspirantes espirituales que deciden tomar la iniciativa comienzan con mucha fuerza e ilusión y están pendientes de sus acciones y expresiones para no hacer el mal, pero al cabo de un tiempo, gran parte de ellos lo dejan con el falso pretexto de no tener tiempo o de que tienen muchos problemas que les afectan a su estado mental y emocional.
Sea una cosa o sea otra es falso porque el desarrollo espiritual no puede impedir (más bien lo contrario) que se cumpla con los deberes terrenales ya que éste es una actitud del hombre hacia la vida, y si esta actitud es positiva nada puede perjudicar. Uno de los mayores errores está en el hecho de separar lo terrestre de lo espiritual porque cuando uno se centra en los quehaceres y problemas y se olvida de lo interno y espiritual, es cuando se crean dos bandos aparentando ser uno real (en este caso el terrenal) y otro irreal o poco atractivo. El espíritu es la vida y lo terrenal tiene que ver con la forma, por tanto, todo lo que somos y hagamos debería ser expresión de la vida del Espíritu.
Cuanto más nos hagamos conscientes de nuestros actos, de lo que sentimos y de lo que pensamos, más capaces seremos de actuar desde la posición del Alma hacia lo terrenal, por muy pesada o aburrida que sea una tarea se puede hacer con buenos sentimientos, deseos y pensamientos.
El mundo es la expresión de la conciencia, de la vida y de la mente de Dios y nosotros, como partes dinámicas en este mundo terrenal, deberíamos considerarnos Sus Manos colaboradoras en el Plan Divino que Él tiene para nosotros. Cualquier persona, sea cual sea su profesión o sus quehaceres diarios, puede hacerlos con amor y consciencia. Consciencia porque uno de los mayores adelantos espirituales viene del hecho de observarse a sí mismo como algo aparte y por encima de sus cuerpos incluyendo la mente, así se analizará y corregirá; y con amor porque siempre debe tener la intención de hacer todo como si fuera para Dios. Es decir, se trata de ver la vida divina (la raíz de todo lo creado) en todo lo que nos rodea para respetarla, cuidarla y desarrollarla. Si no escuchamos y vemos la obra de Dios en todo lo manifestado y en nosotros mismos es porque estamos sordos y ciegos pero no será porque algo material lo impida. Esa sordera y ceguera está en nosotros por habernos olvidado de que Dios está en todas partes y por no recordarnos a nosotros mismos como un Espíritu creado por Dios situado por encima de las actitudes, sentimientos, emociones, etc.
Cada persona renace en el lugar y en las circunstancias adecuadas para su desarrollo moral, físico, mental y espiritual como efecto de lo que ha sido y hecho en sus anteriores vidas. Dios no castiga ni sus agentes administradores del karma tampoco le ponen piedras para que tropiece si no se las merece. Los problemas de cada uno han sido creados por ellos mismos y tienen la parte positiva de que su solución será una experiencia que aumentará su desarrollo. Los deseos inalcanzables causan sufrimientos porque su creador los tiene y porque quizás le falte conformismo o humildad. Las discusiones o enfrentamientos surgen por no controlar nuestra impulsividad, nuestras palabras o nuestros resentimiento entre otros. Los problemas, lo que nos disgusta o lo que nos aflige, por tanto, tienen su origen en nosotros, principalmente, por no analizarnos y poner manos a la obra para corregir nuestros propios defectos a la vez que llevamos a la práctica nuestros más elevados ideales con todas nuestras mejores intenciones y deseos.
Precisamente todo lo que nos rodea y nos ocurre es así para atraer nuestra atención con tal de que utilicemos el discernimiento y hagamos de ese objeto u hecho una buena obra. El problema surge cuando nada nos atrae como oportunidad espiritual o cuando solo tenemos deseos y pensamientos egoístas y materialistas que nos hacen olvidar la vida divina que existe en todo. Entonces es cuando es necesario buscar algo nuevo que estimule el aspecto espiritual interno, nuestra voluntad y nuestros deseos de superación. Lo que nos rodea y las circunstancias se tienen que convertir en oportunidades de desarrollo porque, en todo hay un motivo para la acción y esa acción hay que cumplirla desde el punto de vista del deber y no de la recompensa material o personal. La persona que solo piensa en acumular riqueza y cosas materiales termina siendo dominado por ese deseo y obsesionado por esa clase de pensamientos.
Una persona así esclaviza su vida y su cuerpo con tal de conseguir más, su mente es poderosa sobre todos sus asuntos porque se concentra en ellos y sabe discernir con tal de aprovechar una oportunidad y ganancia. Cuando se acaban los ingresos de un sitio busca la manera de obtener ganancias de otro y persiste y no deja de intentarlo si hay problemas, fortaleciendo así también su voluntad. Ahora surge la pregunta: ¿Por qué no hace eso mismo respecto al trabajo espiritual y sobre sí mismo? Es más ¿Para qué sirve todo eso? Una persona así no tarda en darse cuenta que lo material no le quita el sufrimiento ni las tristezas que por otras cosas tiene, no le aporta felicidad ni satisface ese “algo” que de vez en cuando le pide otra clase de alimento que no sea material. Por tanto, todo por lo que lucha una persona así termina siendo una carga para ella, y es esa carga creada por ella misma (problema) la que le tiene que hacer consciente de la belleza de la vida, del orden divino y del valor del servicio amoroso y desinteresado a los demás.
Es necesario, pues, para todo aquel que aspira a la vida superior y a ser colaborador en la Obra de Dios que busque un motivo de realización en todo lo que le rodea y en sí mismo. Lo positivo, la luz, se encuentra en todas partes y cuando uno penetra en la luz desaparece la obscuridad que hasta entonces le mantenía ciego. El hecho de sentir deseos de desarrollo espiritual ya es motivo suficiente como para buscar esa luz; es más, quien lea estas líneas es porque algo en su interior le quiere hacer ver que hay una vida superior que alcanzar.
El sendero de espiritualidad transciende lo miserable y vulgar para apreciar lo verdaderamente importante, esto es hacer todo con amor y con espíritu de servicio a Dios y a los demás. De esta forma se aclaran las dudas, los prejuicios, las falsas creencias, el sufrimiento y la falsa visión del mundo. Este sendero lleva a comprender que cada uno es el que ara la tierra y siembra lo que, al cabo de un tiempo, será su cosecha; que cada uno de nosotros somos creadores del bien o de mal en pensamiento, palabra y obra; que solo nosotros tenemos la libertad y el libre albedrío de colaborar o no con la Obra de Dios; y que solo nosotros y con lo mejor voluntad (sin culpar a nadie de nada) debemos hacer frente a las circunstancias y consecuencias.
Francisco Nieto