¿Quién no se ha enfadado alguna vez? Todos lo hemos experimentado en algún momento de nuestra vida.
El ENFADO es una de las emociones negativas que más nos cuesta controlar. Implica a muchas otras emociones como la frustración, el odio y la ira cuando no aprendemos a gestionarlo.
El ENFADO, también denominado enojo, parte de una sensación de amenaza. Una amenaza que puede ser física o psíquica y que viene provocada por una descarga de catecolaminas.
Las catecolaminas son un conjunto de sustancias entre las que se encuentran la adrenalina, la noradrenalina y la dopamina. Vienen asociadas al estrés.
Dependerá de la intensidad del enfado se producirá una mayor o menor descarga de catecolaminas. De tal manera que, el cuerpo se preparará energéticamente para afrontar o huir de la situación que nos produce dicho enfado.
Al mismo tiempo la adrenalina, a través del sistema nervioso, hace que entremos en un estado de excitación generalizada que puede durarnos desde unos pocos minutos, a horas e incluso días. A mayor prolongación en el tiempo mayor exposición a este estado de hipersensibilidad que hace mantener los niveles de excitación. De tal manera que las personas están más predispuestas a volverse a enfadar, bien sea porque han sido nuevamente provocadas, se sienten atacadas, o se encuentren cansadas.
Para entender mejor de lo que estamos hablando os pongo un ejemplo de la vida cotidiana. Llegamos a casa después de un día agotador de trabajo, nos encontramos muy cansados, pero al cruzar la puerta de nuestro hogar vemos todo desordenado, los niños no han recogido los juguetes y además se están peleando sin que nuestra pareja haga nada por calmar la situación. Lo más probable que suceda es que nos enfademos y como estamos cansados se nos olvide calmarnos, buscar una explicación lógica a lo que está pasando en casa, y mantener una conversación asertiva con nuestra pareja para llegar a una solución sin que se nos dispare los niveles de catecolaminas y adrenalina.
¿Qué es lo que ha pasado en el ejemplo anterior?
Al margen de que se nos disparen los niveles de estos neurotransmisores, lo más importante es que no hemos sabido identificar a tiempo los síntomas del enfado para poder controlarlo.
¿Cuáles son esos síntomas?
Por nombraros algunos de los síntomas físicos os mencionaré el pulso y la respiración acelerados, enrojecimiento facial y subida de la temperatura corporal. En vuestras manos está el aprender a reconocer los síntomas más psíquicos, situaciones que os alteran, temas que os molestan, es decir, aprender a conoceros mejor.
¿Qué pasa cuando no somos capaces de reconducir nuestro enfado?
Lo que sucede es que nuestra temperatura emocional irá en aumento hasta desencadenar en un estallido de ira.
Para evitar llegar a esos extremos de falta de control, debemos aprender a conocernos emocionalmente, de esta manera disiparemos el malestar con mayor facilidad.
La clave está en mantener un pensamiento positivo en el momento crítico que empezamos a enfadarnos. Si conseguimos dominar este punto de inflexión donde identificando los síntomas, evitamos alterarnos, no le echamos a los demás la culpa de lo que nos pasa y no nos ahogamos en el rencor, conseguiremos gestionar el enfado de una manera emocionalmente positiva.
Desde el punto de vista de la Inteligencia Emocional cuando dos personas discuten llegando al enfado, demostrará ser más inteligente aquel que primero medie la reconciliación o bien aquel que realice una retirada a tiempo para que la cosa no llegue a más.
No debemos olvidar que las emociones son algo innato del ser humano, por tanto la gestión de las mismas depende sólo de nosotros y no de los demás. Manteniendo un buen nivel emocional en base a nuestra autoestima podemos llegar a controlar las emociones negativas sin reprimirlas. Las emociones deben ser expresadas, sin que ello nos limite emocionalmente.
CIARA MOLINA
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