Todos quisiéramos disfrutar de una relación de pareja estable, agradable y apasionada. Hacemos votos porque podamos extender la etapa del enamoramiento, en la que cada uno de nosotros aporta y comparte lo mejor de sí mismo con el ánimo de conseguir que la otra persona se sienta atraída, hasta el punto de querer compartir la vida con nosotros. Pero lo cierto es que si bien es posible conseguirlo, necesitamos estar profundamente enamorados el uno del otro, tener la disposición de hacer cuanto sea necesario para suavizar el roce de nuestras diferencias personales y evitar que las preocupaciones y el estrés de la vida diaria se atraviese entre nosotros y nos robe la felicidad.
Tengo unos amigos que tienen 26 años de casados, con un hijo grande e independiente ya, sin mayores responsabilidades, con todo lo que pensamos que necesitarían para ser felices uno en compañía del otro. Pero su convivencia diaria transcurre en una especie de ring de boxeo, donde por cualquier cosa inician una discusión que puede alargarse horas y llevarlos, inclusive, a acostarse sin dirigirse la palabra. Esta situación, que se ha vuelto costumbre para ellos y de la que salen unos minutos más tarde o un día después como si nada hubiese sucedido, les roba la posibilidad de ser felices juntos.
Y es que, en muchos casos, el estrés que se genera de las preocupaciones y las obligaciones que nos produce la vida cotidiana, o de la frustración y el vacío que podemos experimentar cuando no obtenemos los resultados que esperábamos o no logramos conseguir nuestras metas, se traspasa a nuestras relaciones personales, siendo más vulnerable aquella donde existe una mayor confianza e intimidad, como es el caso de la relación de pareja.
Para evitar que esta crisis se convierta en parte de la rutina de nuestra relación de pareja, probemos:
• Conversar sin juicios y sin buscar culpables sobre lo que nos inquieta y nos afecta, con la intención de buscar herramientas que nos permitan solucionarlo.
• Conservar la calma cuando uno de los dos se muestre alterado y detener la discusión sugiriendo que podamos continuarla cuando estemos más tranquilos para crear acuerdos juntos.
• Evitar las ofensas y los comentarios humillantes y ácidos que son producto del malestar que experimentamos, anteponiendo el amor y el deseo de mantener el bienestar de la relación.
• Disculparnos con facilidad y sin guardar resentimiento, considerando que el otro no tiene la intención de agredirnos personalmente, sino que sus comentarios y actitudes son producto del estrés, la ansiedad o el malestar que algo ajeno a nosotros está produciéndole en ese momento.
• Disfrutar de la compañía mutua, resaltando todo lo positivo y agradable que la pareja aporta a nuestra vida es un forma directa de potenciar el bienestar entre los dos.
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