Cuando alguien se pregunta qué son las emociones difícilmente puede expresarse; pero sabe perfectamente lo que son: aquello que nos forma y moldea y que además cambia según nuestras vivencias.
Desde la Psicología se entiende a las emociones como aquellas reacciones naturales, cuyos componentes centrales son las reacciones fisiológicas (incremento de la tasa cardíaca y de la respiración, tensión muscular, risa…) y los pensamientos. También son lo que nos permite ponernos en alerta ante determinadas situaciones que implican peligro, amenaza, frustración, incluso felicidad, goce, alegría… porque nos dicen “¡reacciona!…¡actúa!”
Las personas necesitamos adquirir ciertas habilidades para manejar las, ya que si son muy intensas pueden hacer que vivamos como desagradables esos estados (que muchos son positivos), lo que nos lleva a realizar conductas que realmente no deseamos ni son propias de nosotros mismos. Seguidamente la persona entra en un estado de alerta porque sentimos que debemos defendernos. ¿De qué en realidad? Eso lo dicen nuestros pensamientos, que nos harán ver la realidad de un modo u otro. Por lo tanto, según lo que pensamos sentimos y, a su vez, sentiremos en relación a cómo pensamos.
Los pensamientos son los que definen nuestra personalidad y manera de relacionarnos con todo lo que nos rodea. Pero cuando determinados pensamientos no nos permitan crecer los debemos cambiar, ya que nos llevan a la meta contraria que realmente queremos conseguir. ¿Cómo hacerlo? Primero es necesario querer cambiar la situación, tener la voluntad, y luego saber en qué momento iniciarlo. El punto de partida es nuestro propio sufrimiento: como no nos gusta la situación, queremos cambiar. Es el instante preciso.
Así pues, ¿a qué llamamos control de pensamientos? Al manejo consciente que hacemos de ellos: analizamos su contenido (“no puedo”) valorando lo que significa (no avanzar ni mejorar) y preguntándonos si queremos mantenerlo (“¿yo quiero eso?”). En una persona que realmente quiere mejorara la respuesta siempre implica cambio.
Así podemos ver como control es cambio, el que además nos permite regular nuestro interior y, con ello, saldremos triunfadores y felices, porque nos permiten elegir que experiencias, situaciones y personas que queremos atraer a nuestra vida. Este control nos deja ver los acontecimientos desde otra perspectiva, por ello se le valora como el bien personal más preciado.
Lo más difícil de todo ello será plantearse cuándo hacerlo y lo segundo llevarlo realmente a cabo. No es un camino fácil pero el resultado es siempre positivo.
¿Cómo hacerlo?. Las ciencias de la salud y la psicología nos ofrecen muchas técnicas, todas beneficiosas, que ayudan a alcanzar este aprendizaje personal absolutamente enriquecedor. Éstas pueden ser la relajación y el control de la respiración, autodiálogo interno positivo, búsqueda de pensamientos y verbalizaciones positivas, desplazamiento de pensamientos negativos por positivos, control de la ira y la ansiedad (las peores amigas del control y la felicidad), la práctica de yoga y meditación, incluso hablar con alguien importante para nosotros y exteriorizar sentimientos escuchándonos por dentro, dejar que otro nos guíe (sobre todo si sabemos que necesitamos cambiar). Cualquier camino que iniciemos lo debemos hacer sabiendo que el motor de todo ello será siempre nuestra propia voluntad: la única guía que tendremos si verdaderamente queremos superar adversidades.
Por lo tanto, el control de pensamientos se puede trabajar, es una realidad.
Quienes piensan que las personas no podemos ejercer control sobre nuestros pensamientos comenten un grave error. Con esta actitud la persona se condena a seguir repitiendo comportamientos equivocados. Las verbalizaciones del tipo “no puedo evitarlo”, “yo soy así y no puedo cambiar”, “soy mayor para cambiar”, “no hay solución”, “me afecta tanto que ….” justifican una cierta resignación y aceptación de una realidad que se percibe como invariable y que jamás nos dejará avanzar, ante la que nos rendimos y dejamos que nos atrape. Quienes piensan así, ¿pueden cambiar? Sí, siempre se puede cambiar, siempre se puede aprender. Para ambas cosas no hay edad, siempre se está a tiempo. Si además se hace con un guía adecuado el control está asegurado. Y además al superar estas barreras la persona experimenta un aumento de la motivación, autoimagen positiva, reduce la ansiedad, incrementa la autoconfianza y autoconcepto, desaparece o disminuye la depresión y mejora el desempeño en todas sus acciones.
Ese encuentro de la persona con su propio interior es lo que nos hace crecer, brillar por dentro y fuera. No hay mayor bienestar que sentirse bien con uno mismo, absolutamente necesario porque el camino de la vida es largo, difícil y complejo. En algunos momentos nos sentimos solos, desvalidos, sin fuerza; pero si conseguimos ser lo mejor de nosotros mismos, dominando pensamiento y sintiendo positivamente conseguiremos todo lo que nos propongamos.
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