“Todos tienen el derecho innato de amar y ser amados incondicionalmente”. -Mónica Berg
Cuando somos niños, las necesidades que tenemos para sobrevivir pueden ser contadas con una sola mano: comida, calor y albergue. Eso es todo. Pero para poder prosperar necesitamos amor. Cuando cubrimos nuestras necesidades, nos sentimos felices, como si todo estuviese bien en el mundo. Nuestras necesidades nunca difieren de esas cosas originales. Sin duda, necesitamos ciertas cosas para mantener a nuestros cuerpos vivos y en buen estado. Pero las cosas esenciales siguen siendo las mismas.
Durante los primeros años de vida somos pequeños receptores, aceptando alimento, cuidados y amor. Aceptamos todo el amor que podemos recibir. Pero en algún momento en la niñez temprana, aprendemos cómo se siente compartir. Pasa algún tiempo con un niño un poco más grande y te verás recibiendo toda clase de tesoros: una hoja, una pelota o la mitad de una galleta mordisqueada. Cuando los niños ven lo feliz que somos con estos “regalos”, ellos encuentran otras cosas para darnos y el juego continúa.
Por otro lado, también aprendemos cuánto no nos gusta cuando nos quitan las cosas, he aquí el terrible par. Mayormente, superamos esta resistencia a compartir con la ayuda de nuestros padres, cuidadores y maestros. Pero si no aprendemos a amar incondicionalmente, en algún momento del camino hacia la adultez nos convertimos en seres egoístas, apegados desesperadamente a las cosas, la gente y experiencias, creyendo que ellos nos completan. Junto con nuestro egoísmo, el ego crece, capa sobre capa, impidiéndonos ver la Luz que irradia el centro de nuestro ser. Creemos que de alguna forma nos falta algo y que necesitamos recibir para poder compensar esta carencia.
El deseo de recibir para sí mismo hace que las relaciones estén llenas de problemas. Nunca dejamos de necesitar amor, pero cuando no lo compartimos, nos convertimos en apegados, celosos, exigentes, o paranoicos. En vez de tener un flujo constante de compartir mutuo y recibir, nos enfocamos en recibir, tratando de sonsacarles el amor a otros, u ocultando amor para protegernos a nosotros mismos de ser heridos. Según Michael Berg:
“La mayoría de nosotros inyectamos una gran cantidad de egoísmo, de Deseo de recibir para nosotros mismos, a nuestras relaciones, incluso con las personas que más amamos. No importa qué tan puro sea nuestro amor por otra persona, si hay egoísmo unido a ese amor, la relación está destinada a terminar”.
Esas acciones nos dejan sintiéndonos aún menos dignos del amor.
La clave para una relación sana (romántica, platónica u otra) es algo que los kabbalistas saben y han puesto en práctica por siglos: el amor incondicional. El amor incondicional significa sacarte a ti mismo de la ecuación y dar más amor sin esperar nada o esperar recibir nada a cambio. Es un acto de xxxxxx entre dos personas. “Sin el dar y recibir, no hay espacio para el amor”, explica Yehuda Berg en su libro La Kabbalah y el Amor (Kabbalah on Love). “Porque la verdadera satisfacción, el amor verdadero, necesita que cada persona juegue tanto el rol de dar como el de recibir. No importa si la relación es entre un padre y su hijo, o entre marido y mujer”.
Muchas relaciones están construidas sobre ego interactuando con otro ego, lo que crea separación. Cuando esto ocurre nos sentimos desconectados, que no nos valoran y que no nos aman. La inseguridad crea otra capa de ego y el ciclo del egoísmo continúa. El amor no se trata sobre nuestras propias necesidades personales. El amor es reconocerte a ti mismo en el alma de otro y ayudar a otros a verse a sí mismos. “Lo que debemos aprender”, dice Karen Berg, ” es que cuando amamos a alguien y somos su amigo o su pareja, a pesar de que tengan cambios de humor, aún así tenemos que ser capaces de darles un amor que no tenga segundas intenciones. Esto no significa que no podamos crear límites sanos o que tengamos que aguantar a alguien que nos trata mal. Pero sí significa, sin embargo, que necesitamos permitir que aquellos que son cercanos a nosotros sientan que son parte de nosotros, incluso cuando no se sienten bien o actúan como un niño en vez de como un adulto. Recuerda: la única forma en la que podemos recibir el regalo del amor incondicional es cuando somos capaces de darlo nosotros mismos”.
Compartir en una relación amorosa puede ser tan satisfactorio como lo era cuando teníamos dos años de edad. Cuando nos deshacemos de las capas de ego que hemos construido en el tiempo, podemos sentirnos completos, felices y compartir amor incondicionalmente.
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