Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), era un ferviente defensor del espiritismo. En uno de sus libros en los que trata la cuestión, "El Mensaje Vital", Doyle nos refiere un hecho que a simple vista es algo muy conocido por la medicina ortodoxa, pero que, no obstante, no tiene visos de estar explicado, siendo de momento un suceso puramente forteano, al menos en el campo de la medicina.
Doyle, nos habla de una rara enfermedad denominada "quistes Dermoides". Esta enfermedad, o más correctamente sería decir tumor, tiene la siguiente característica: suele aparecer en los lugares más insospechados del cuerpo y su formación no suele hacer distinción entre niños y adultos. Uno de sus lugares predilectos suele ser la parte superior de la ceja.
Imaginemos por un momento a una persona que padece esta tumefacción. Un día, esta persona descubre que un pequeño bulto acaba de salirle, por ejemplo, sobre la ceja. Asustado, acude a su médico y éste, tras hacerle un examen, le remite al cirujano, pues sospecha podría tratarse de un tumor. El cirujano corrobora el diagnóstico de su colega y procede a la extirpación del pequeño bulto; pero cuando el bisturí hace la incisión y deja al descubierto lo que hay dentro, uno no puede por menos de sorprenderse. Lo que contiene esa excrecencia no es nada más y nada menos que cabellos, dientes y embriones de hueso. Imagino a los primeros médicos que se encontraron con semejante cosa:
¡¿Qué diablos es esto?! –exclamarían seguramente.
Y el tema no es para menos. ¿Qué hacen unos dientes y unos pequeños huesos en la parte superior de una ceja? ¿Cómo se han formado? ¿Cómo es posible que aparezcan a edades ya avanzadas? ¿Qué son, a fin de cuentas?
Los quistes dermoides, como hemos indicado arriba, son conocidos por la cirugía, a pesar de que no son muy frecuentes. Aparecen principalmente en espaldas, tabiques nasales, úteros y cejas.
Con ésta historia no hemos pretendido asustar o revolver el estómago de nuestros lectores; ni hemos pretendido salirnos de nuestra línea habitual; pero creíamos que este fenómeno merecía tener un pequeño rincón en los hechos forteanos, pues de momento, parece que ese es su lugar.