Desde que hemos asumido que en la comunicación la escucha activa es fundamental, los términos empatía y asertividad forman parte de nuestro vocabulario.
Lo que me interesa compartir con vosotros es mi inquietud sobre la asertividad en dos aspectos. El primero muchas veces confundimos ser asertivo con ser agresivo. Quiero decir que nuestro derecho a expresar
“De manera clara, franca y respetuosa las propias opiniones, emociones y creencias.
Defender nuestros derechos.
Aceptar los pensamientos y críticas de los otros.”
Difiere mucho de agredir al otro, del todo vale al emitir, no opiniones, si no que muchas veces juicios sobre el otro y lo que es más grave, decirlo insultando o menospreciando al otro. Para mí personalmente, eso es agresión.
El segundo es ¿que ocurre cuando esa no es la intención del emisor del mensaje? Cuando solamente emite de forma clara, franca y respetuosa sus propias opiniones, emociones y creencias. Pues que en muchas ocasiones nos sorprendemos con un interlocutor enfadado, airado o que responde agresivamente. ¿Qué ha ocurrido?
Tal vez lo que ha ocurrido es que le hemos servido de espejo a su comportamiento, o a un comportamiento que le es frontalmente opuesto, o simplemente que hemos planteado ideas que son opuestas a las suyas, o que nuestro planteamiento directo sea lo que rechaza, o… Fijaros que a veces hasta ante un piropo hay quien responde mal. Pueden ser una o mil causas las que detonen que nuestro interlocutor responda así.
Si nos descubrimos actuando con susceptibilidad, si susceptibilidad he dicho, lo más importante en primer lugar es aclarar si el mensaje emitido es lo que nosotros hemos entendido. Para aclarar la intención del emisor, no hay nada más fácil para conseguirlo que preguntando. Con un ¿exactamente que quieres decir? Aclararemos si nuestra percepción es correcta o no. Si somos asertivos, recordar que ser asertivo es “aceptar los pensamientos y críticas de los otros”, tal vez descubramos que la crítica u opinión contraria no va en contra de nuestra persona, simplemente está utilizando su derecho a discrepar.
Si nos descubrimos siento susceptibles con alguien a quien no conocemos, por el hecho de que nos molesta su forma de ser, hay una pregunta importante que debemos realizarnos ¿qué me molesta de su actuación? Tal vez no nos guste que haga de espejo a nuestro comportamiento o tal vez sea que envidiamos su seguridad, soltura, simpatía, independencia, autonomía… El efecto espejo no es sólo lo que el otro tiene de nosotros que nos molesta, a veces es lo que creemos que nos falta. En todo caso, pararnos y auscultar nuestras emociones al respecto nos dará mucha información.
Realizar algunas variaciones en nuestro vocabulario también nos ayudarán a evitar susceptibilidades. Si pasamos del “tú eres” al “yo pienso”, “yo siento”, “yo creo”, “es sólo mi opinión”, “a mi me parece”… Si pasamos del “tú has hecho” “tu has dicho” al “que quieres decir”, “¿que piensas tú?, ¿que te parece?, ¿como lo ves?… Si pasamos del “yo digo”, “yo hago” a un “vamos a ver”, “¿cómo lo podemos resolver? sin duda será de gran ayuda, a la vez que debemos prestar atención a lo que escuchamos, atender al vocabulario del otro, sus respuestas y a su lenguaje corporal para realizar una escucha completa en lugar de estar en nuestra cabeza, en nuestros pensamientos.
En resumen, si dejamos de fijarnos en la paja del ojo ajeno y criticar los errores u omisiones del otro, seguro, seguro, que seremos menos susceptibles y en consecuencia mucho, mucho más felices.
Y a ti
¿Qué situaciones o comentarios te crispan?
¿Qué me molesta del otro?
¿Qué comportamientos voy a cambiar al respecto?
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