Fragmento del libro "La Astrología y la Psique Moderna", de Dane Rudhyar.
No sólo los individuos viven de una crisis personal a otra y en un estado de inseguridad tanto psicológica como económica; las naciones y grupos están enfrentando una serie aparentemente interminable de crisis y conflictos, “fríos” y “calientes”. La raíz fundamental de este estado casi universal de crisis son los enormes cambios sociales y económicos causados por la ciencia y la tecnología modernas.
Todo esto es bien sabido; pero lo que, por lo común, no se entiende con bastante claridad, es que el énfasis cada vez más difundido sobre el empleo práctico de técnicas psicológicas es el resultado directo de la necesidad de afrontar este estado universal de crisis. En todas sus formas modernas, la psicología es un intento de ocuparse de las crisis: sin crisis, no hay necesidad de psicología!
Hay muchos géneros de psicología; pero todos estos pueden dividirse, a grandes rasgos, en dos categorías, según la actitud básica que asuman cualquier crisis o todas ellas. ¿Qué es una crisis en la vida de un individuo o en la vida de una nación y sociedad? ¿Qué significado tiene una crisis? Evidentemente, el problema de cómo hallar “solución” a una crisis deberá depender no sólo de lo que el psicólogo (o el reformador político-social) juzgue que la crisis causó sino también de lo que se propuso producir.
Con estas palabras “se propuso”, llegamos al quid de la cuestión. Algunos psicólogos aceptan la idea de que todas las crisis son, básica si no superficialmente, deliberadas. Según ellos, una crisis es una fase del proceso de crecimiento de un individuo o sociedad. Tiene un fin y un significado definidos con referencia al desarrollo total de la personalidad o la colectividad que la atraviesa. Es necesaria para este desarrollo –como por ejemplo la crisis habitual de la adolescencia es necesaria para el pleno desarrollo de un cuerpo y una personalidad humanos-. La crisis es necesaria, pero la forma que tome no es inevitable. El estado de cambio y transición, el hecho de que haya un trastorno, son necesidades de la experiencia humana; pero el cambio social no es preciso que signifique una revolución violenta, tal como una crisis personal de crecimiento no es menester que produzca enfermedad, neurosis o insania. Sin embargo, si hay neurosis aguda y un estado más o menos prolongado de clara crisis biofísica, surge naturalmente la pregunta: ¿Cuál debería ser el objetivo final del tratamiento? ¿Cuáles son los resultdos que ha de buscar el psicoanalista, el sanador del cuerpo y del alma? Es aquí donde difieren fundamentalmente las escuelas psicológicas, y su diferencia es el resultado de dos enfoques de la naturaleza humana y del significado y finalidad de la relación de los individuos con la sociedad y el universo o Dios.
Según un tipo de psicología, la meta de la cura es restablecer el estado de normalidad perturbado por una causa u otra. Según el otro tipo, ninguna cura es real y significativa a menos que el paciente emerja de la crisis como un ser humano mayor del que fuera y de ese modo satisfaga la implícita finalidad “espiritual” de la crisis. En el campo de la psicología que Freud inaugurara, se observan claramente estas dos actitudes, aunque a veces las dos se combinen algo; esto sería de interés muy grande para el astrólogo que se observa esencialmente como psicólogo y auxiliador de los seres humanos, pues él también tiene que definir su enfoque e interpretación de crisis pasadas o futuras que tal vez vea en los horóscopos de sus clientes.
Hay varios géneros de crisis claramente previsibles por medio de técnicas astrológicas, y la interpretación que el astrólogo les dé deberá depender necesariamente de lo que él mismo piense de las crisis en general. Tal vez juzgue las crisis como desviaciones, puras y simples tragedias, como cosas a curar y olvidar pronto; o las considere como fases necesarias de un proceso de crecimiento, como experiencias de las que pueda y deba recogerse una rica cosecha, experiencias sin las cuales no es posible la “madurez”, por oscura, trágica o aparentemente destructiva que sea la crisis.
El primer tipo de psicología puede llamarse normativo: la meta del tratamiento y de la cura es hacer que la persona perturbada sea “nuevamente normal”. Evidentemente, la normalidad es asunto relativo y sólo podrá definirse con referencia a las pautas generales de una cultura y una sociedad particulares. De esta manera, los “psicólogos sociales” son, en su mayoría, psicólogos normativos. Freud pertenece también a esta categoría porque su enfoque es esencialmente pesimista y sin sentido real de finalidad espiritual para el individuo como individuo.
El segundo tipo de psicología puede llamarse metamórfico porque considera a todas las crisis como (al menos potencialmente) medios para inducir y producir algún género de metamorfosis interior. Además, la vida humana, se observa como exigiendo absolutamente procesos recurrentes y periódicos de metamorfosis –o sea, crisis- porque sin ellos, la persona sigue siendo meramente “una de la masa”, tal vez normal, pero según las pautas de un tipo colectivo o de un molde culturalmente aceptado. Ser verdaderamente un “individuo” es haber emergido o surgido de la norma colectiva de la sociedad de la época; este emerger puede tener lugar solamente atravesando crisis de alguna índole, experiencias reales y fundamentales de metamorfosis. Estas experiencias son habitualmente fatigosas y dolorosas, y siempre perturbadoras: empero, se las debe aceptar de buen grado, entender y asimilar si ha de existir una real madurez individual… y quizás, hasta cierto punto, “genio” o el logro espiritual de un verdadero “discípulo de Cristo”, que está “en el mundo pero no es del mundo”.
En astrología, estos dos enfoques de las crisis personales o sociales han de referirse a la pareja de planetas “sociales” (Júpiter y Saturno), y a los planetas trascendentales o “metamórficos” (Urano y Neptuno), respectivamente. Cada una de estas parejas opera en un nivel especial de actividad y conciencia. En el nivel de Júpiter-Saturno, las crisis de individuos que emergen y genios en potencia, santos o apóstoles aparecen como desviaciones de la norma social. En el nivel de Urano-Neptuno, han de considerarse como procesos más o menos trágicos, pero necesarios, de renacimiento y redescubrimiento.
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Con los planetas Urano y Neptuno, llegamos al nivel de catarsis y metamorfosis, de purificación y renacimiento. Si somos hipnotizados por Júpiter y Saturno, estamos obligados a ver la actividad de Urano y Neptuno como destructiva; empero, los dos planetas remotos son realmente nuestros liberadores. Nos desafían para que seamos individuos más grandes, para que crezcamos creando nuestra grandeza futura como individuos. Estos desafíos aportan crisis. Sin embargo, debemos ser victoriosos o la derrota es costosa y nos derrumba. ¿Cómo podremos ser victoriosos? ¿En qué consiste la victoria? Las respuestas a estas preguntas difieren en cada caso individual, y particularmente con la edad de los individuos que afrontan estas crisis uranianas y neptunianas. La astrología podrá aquí ser de grandísima ayuda para el psicólogo pues puede regular el suceso y la duración probable de las crisis. Puede señalar la finalidad de las crisis, qué tienden a transformar en la vida y el temperamento del individuo. Sabedores de esto, aunque sólo sea en términos generales, podremos trabajar concientemente con el proceso de metamorfosis que produce la crisis, en vez de rebelarnos contra él y sus propuestos resultados finales.
En geología, las rocas “metamórficas” son las transformadas por el calor y presión volcánicos intensos. En psicología, una crisis uraniana metamórfica es también una liberación de calor y presión espirituales y psíquicos intensos, que pueden fundir y recristalizar los elementos más fundamentales de la personalidad. Pueden hacerlo pero no es necesario que lo hagan. Esas energías despiertas, las condiciones y emociones biológicas cabalmente alteradas, bien pueden apaciguarse tras la crisis y dejar solamente cicatrices, fatiga o el resignado reajuste de la normalidad social junto con las modalidades del pasado. Empero, todo está “como antes”: está restaurada la paz, restablecida la vieja rutina, “curado” el paciente, pero Dios ha sido derrotado.
A menudo, no hay peor derrota que una “victoria” sin sentido; y la máxima tragedia es una crisis que haya sido en vano. Soportamos el sufrimiento, la catástrofe, quizás un género de locura, el entierro de la personalidad, el debilitamiento de las estructuras del ego y el resultado neto de nada: sin crecimiento, sin renacimiento, sólo una reorganización timorata o autosatisfecha de este mismo ego según los mismos viejos lineamientos, pero con la horrible sensación (aunque no se la reconozca y sea subconciente) de que todo sucedió en vano. Hoy en día, la humanidad está enferma de semejante sensación colectiva, una mezcla de culpa, desesperanza y profunda fatiga anímica. Nuestros manicomios están desbordados. La única solución es un nuevo tipo de psicoterapia –y de astrología- que se centre alrededor del despertar deliberado del factor creativo en cada individuo.
Astrológicamente, el problema gira primero en torno de una comprensión más profunda de lo que Urano y Neptuno representan en un mapa natal –de lo que pueden significar- y luego, de los ciclos de tránsito de estos dos planetas. Digo sólo de tránsitos porque los planetas se desplazan demasiado lentamente para que las progresiones secundarias signifiquen algo, salvo en relativamente pocos casos cuando Urano y Neptuno concretan aspectos cercanos con otros planetas. Sólo tales aspectos pueden llegar a ser exactos, durante la vida, por progresiones directas o “conversas”. Una cantidad de libros de texto astrológicos enuncian significados “malos” de Urano y Neptuno; incluso la presencia de estos planetas en las casas natales recibe a menudo una interpretación principalmente negativa. Como ya se expresara, tal interpretación es válida, a lo sumo, sólo donde la vida y la finalidad de un individuo se observan solamente desde el punto de vista de un tipo Júpiter-Saturno de “normalidad” social y personal; donde tranquilidad, felicidad estática, comodidad y logro socio-económico se consideran los valores últimos para los seres humanos. Pero no vivimos en una sociedad estática. La nuestra es una época intensamente dinámica: una época de trastornos, de cambio constante, y de metamorfosis tanto espiritual como social.
El siglo XX puede ser el siglo plutoniano. Pero antes de que Plutón pueda ser enfocado y experimentado de manera constructiva positiva, los humanos deberán haber aprendido a atravesar con buen éxito los trastornos y las crisis de crecimiento representadas por Urano y Neptuno. Si Plutón ha de echar las bases de un rendimiento en una esfera más vasta de vida, el individuo deberá haber sido renovado por Urano y limpiado por Neptuno. Estos dos últimos planetas son símbolos del “umbral”. Uno puede tropezar en un umbral y aterrizar en un hospital; o puede entrar a través de él en una nueva vida. Sólo cuando esto último se comprende no sólo como posibilidad sino, en realidad, como la única meta deseable, se pueden afrontar con buen éxito los desafíos presentados por Urano y Neptuno con un mínimo de perturbación.
La función de Urano es revelar esta meta al individuo con una lluvia de nueva luz, aunque al principio parezca cegadora. Una vez que se acepte la nueva vision, la nueva meta, entonces Neptuno podrá proceder constructivamente a cambiar la química, la sustancia misma de la personalidad de un individuo. Si la persona rehusa cambiar o inclusive admitir la posibilidad de cambio, entonces la vida la abatirá o la dejará varada en su pequeño mundo egocéntrico con sus triunfos y virtudes gradualmente más vacíos o sus locuras y pecados “promedios”.
En el mapa natal donde está Urano, busque el lugar y el campo de la experiencia en que es muy probable que sobrevengan el cambio personal, la autotransformación o las revoluciones trágicas; trate de aprender a entender y recibir de buen grado la finalidad de las metamorfosis, trate de trabajar concientemente con ella. En el mapa natal donde está Neptuno, busque la función biológica y psicológica y el área experimental o el campo de desarrollo personal que deba reorientarse, renovarse y “transustanciarse” (cambiarse o repolarizarse “químicamente”) durante su vida. Sin embargo, aquí deberá quedar muy en claro para todo aquel que se interese por la astrología y por los horóscopos propios (o de sus amigos) que Urano permanece durante siete años y Neptuno durante unos trece años en un solo signo zodiacal. Toda interpretación de las posiciones natales de estos planetas en un signo zodiacal se refiere, pues, a toda persona nacida dentro de un período de siete y de trece años, respectivamente. Esto significa que la interpretación deberá ser muy genérica en realidad y que simplemente no podrá aplicarsea enfermedades específicas o rasgos de carácter, pues éstos, evidentemente, no los comparten todos los que nacieron durante tales períodos.
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En lo que concierne a la persona individual, la presencia de Urano en una u otra casa del mapa natal real es, por lo común, el factor más revelador. Establece el campo de la experiencia personal en el que han de encontrarse esencialmente las crisis de autotransformación o, podría decirse, el foco de las crisis. La casa natal en la que se halla Neptuno indica el tipo de confrontaciones en las que un individuo podrá renovar muy típicamente la sustancia misma (o la “química”) de su naturaleza y su carácter o ego. A través de tal tipo de confrontación (y cada casa natal representa un tipo), las limitaciones del ego personal podrán disolverse y el individuo puede realizar su libertad espiritual, el próximo problema, de allí en adelante, consiste en para qué es esta libertad, cuál es su finalidad. En casi todos los casos, son muy reveladoras estas indicaciones unidas a las que dan los símbolos asociados con el exacto grado zodiacal en el que estaban ubicados los planetas al nacer.
Dondequiera se estudien los tránsitos de Urano y Neptuno, ambos planetas deben considerarse juntos. Las graves crisis tienden a ocurrir más en particular cuando ambos forman aspectos a importantes planetas natales al mismo tiempo. En algunos casos, Urano y Neptuno transitarán el Sol natal, la Luna o el “planeta regente”, mientras que el Sol o la Luna progresados estarán en cuadratura u oposición al Urano y Neptuno natales. Estos son habitualmente casos decisivos en los que sobrevendrá el desafío, por así decirlo, tanto desde dentro como desde fuera. La vida interior está lista para el cambio; y bajo la presión de esta necesidad interior, espiritual y quizás biológica de cambio (progresiones), una cadena de notables acontecimientos enfocará muy marcadamente los asuntos, perturbando en profundidad la vida social o familiar del individuo (tránsitos). En todo caso, lo importante para el individuo es entender, aceptar y trabajar con el proceso de metamorfosis y, por miedo o desaliento emocional, no rebelarse contra él ni estremecerse ante él. Sin embargo, esto exige habitualmente mucha valentía espiritual y una mente firme y objetiva o una fe intensa en Dios. Donde faltan éstas, el ego aturdido se derrumba y abre para que las fuerzas irracionales o destructivas lo invadan o cierra tan herméticamente sus puertas que será dificilísimo volver a abrirlas. A lo sumo, será trágicamente necesaria otra crisis para que las destruya y, de esta manera, ponga en funcionamiento el demorado proceso de crecimiento.
La condicion del medio social y familiar afecta profundamente nuestra capacidad para afrontar positivamente las crisis personales de autotransformación. Donde este medio ambiente es caótico, como durante guerras y revoluciones, se vuelve más fuerte la tendencia al derrumbamiento individual. Empero, hay almas que, precisamente porque el mundo está en caos, logran convocar, desde su propio centro espiritual, la energía para mantenerse firmes y fuertes en contraste con este caos externo. El hecho de que una personalidad pueda convocar o no tal energía es cuestión que nadie podrá determinar jamás sobre bases astrológicas solamente, pues toda indicación astrológica podrá ser constructiva o destructiva en sus resultados últimos.
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