Un fragmento del libro “Los dioses del cambio” (El dolor, las crisis y los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón), de Howard Sasportas.
Si se entienden adecuadamente, los tránsitos y las progresiones permiten que el astrólogo tenga una percepción más cabal del significado más profundo y esencial de una determinada experiencia vital o de una fase de la evolución en la vida de su cliente. El examen de la carta natal de una persona revela de manera clara y concisa cuáles son las partes de su naturaleza que están maduras para ser concientemente integradas, exploradas o transformadas. Una parte importante del trabajo del psicoastrólogo es coordinarse de alguna manera con el Ser nuclear del cliente. Mediante el establecimiento de este vínculo de congruencia con el Si mismo del cliente, es como mejor puede el astrólogo guiar a la persona para que ésta promueva (o coopere con) aquello que el Sí mismo quiere sacar a la luz o hacer conciente en la personalidad.
En psicosíntesis –una rama de la psicología transpersonal fundada por el psiquiatra italiano Roberto Assagioli - se denomina “propósito” al paso siguiente que ha de dar la persona en su evolución. El propósito refleja la intención del Ser nuclear en cualquier momento, y estará relacionado de alguna manera con las preocupaciones y los problemas vitales inmediatos del cliente. Estas preocupaciones inmediatas –o problemas emergentes, como se las llama a veces - reflejarán también los tipos de tránsitos y de progresiones que se producen en la carta del cliente. Cuando examina los tránsitos y las progresiones en una carta, el astrólogo puede formularse las tres preguntas siguientes, para evaluar mejor cuál es la intención del Ser profundo de esa persona en un momento dado:
1 ¿Qué es lo que está tratando de aparecer o de nacer por mediación del problema emergente?
2 ¿Qué cualidad o cualidades arquetípicas está tratando de sacar a la luz el Sí mismo del cliente?
3 ¿Cuál es el paso siguiente que el Sí mismo está tratando de conseguir que dé esa persona?
Aunque Pascal, el escritor y filósofo francés, afirmó que “la rama no puede tener la esperanza de saber cuál es el significado del árbol”, Viktor Frankl, por el contrario, abriga más esperanzas sobre nuestra capacidad de sondear el funcionamiento del Sí mismo. Tras aseverar que los monos utilizados para las pruebas de vacunación antipolio no tenían manera de comprender el propósito de los pinchazos que les aplicaban periódicamente, sostiene que los seres humanos somos diferentes: que nuestro cerebro, más evolucionado, nos permite tomar distancia y reflexionar, preguntarnos por qué está sucediendo algo. Gracias al tema natal y al sistema de los tránsitos y de las progresiones, contamos con una cartografía simbólica que nos ayudará a descubrir significado en las experiencias – tanto de signo “positivo” como “negativo” – que creamos y que atraemos a nuestras vidas.
En ocasiones, lo que se propone el Sí mismo nuclear está bastante claro. Otras veces, las razones de que nos haga pasar por épocas de dolor y de crisis no son tan obvias ni tan directas. Yo no creo que el Sí mismo nos plantee situaciones que nos torturan simplemente porque le divierte ser sádico; no es así como funciona. El propósito del Sí mismo es supervisar y guiar nuestra evolución para que nos despleguemos plenamente; por consiguiente, todo lo que pone en nuestro camino – aún cuando lleve consigo momentos de conmoción, desorientación y traumas – debe tener algo que ver con el proceso de convertirnos, creciendo, en aquello que tenemos que ser.
Nuestro Ser más profundo puede pedirnos que soportemos períodos de dolor y de crisis para así alcanzar ciertas cualidades o rasgos que no llegarían a desarrollarse en nosotros si no nos viéramos frente a esos desafíos. Dicho de otra manera: cuando se lo contempla desde una perspectiva más amplia, la de nuestro despliegue global y nuestro “viaje” individual, el conflicto puede servir a fines creativos y constructivos. Además, si en nuestro crecimiento nos hemos alejado de nosotros mismos, podría ser necesaria cierta dosis de dolor o de conflicto como forma de ayudarnos a recuperar el contacto con la persona que somos realmente, o como manera de volver a llevarnos a nuestro camino, al camino para el que estamos hechos. El dolor es un mensajero que nos dice que las cosas no son como deberían ser. Si durante algún tiempo no hemos sido fieles a nosotros mismos – si hemos descuidado persistentemente las necesidades o verdades fundamentales de nuestra naturaleza – la desarmonía que de ello resulta se refleja en enfermedades, tensión y sufrimiento. No importa que les prestemos atención o no: los síntomas físicos, u otras dificultades vitales, son frecuentemente esfuerzos del Sí mismo por hacernos saber que en alguna parte hay algo que se ha desviado de su camino.
Hay personas que parecen muy felices de vivir o expresar ciertas partes de su carta, en tanto que hacen caso omiso de otras con las que, por la razón que fuere, no se sienten cómodas. En una conferencia sobre el uso de la astrología que dio en la Asociación Astrológica de Gran Bretaña, la astróloga y psicoterapeuta Beata Bishop insistió en las consecuencias de suprimir o negar partes de nuestra carta o de nuestra propia naturaleza. Una de sus clientas era una mujer con el Sol en Leo, la Luna en Aries, Sagitario en el Mediocielo y Ascendente en Piscis. No tenía problemas para vivir sus características de Neptuno y de Piscis, pero no conseguía llegar a un acuerdo con los ardientes anhelos de Aries, Leo y Sagitario, es decir, la parte más extravertida y testaruda de su naturaleza. En la línea de su Ascendente Piscis, continuamente dejaba de lado sus necesidades para dar preferencia a otras personas y centraba su vida en el marido y la familia. Cuando Urano en tránsito por Sagitario entró en conjunción con su Mediocielo, la negación del elemento fuego en su carta se expresó mediante la aparición de síntomas como terribles ataques de pánico, pesadillas y accesos de angustia.
Las deducciones de Beata Bishop sin duda no serán extrañas para cualquiera que haya usado la astrología como instrumento para el counseling: “Me parece que cuando las personas no se parecen a su carta, cuando no expresan en su vida los factores más importantes del tema natal, es fácil que el conflicto que de ello resulte se traduzca en síntomas físicos. La mujer de mi ejemplo pagó un precio relativamente bajo, con sus terrores nocturnos y sus ataques diurnos de pánico, pero las cosas pueden ser mucho peores.”
Los síntomas mentales y físicos de esta mujer le estaban diciendo que había perdido el contacto con buena parte de su verdadera naturaleza. El dolor y la incomodidad resultantes le hicieron buscar ayuda. El Sí mismo no tuvo más remedio que recurrir a esos ardides para comunicarle que ya era hora de hacer algún cambio en su vida. No podemos negar que su incomodidad debe de haber sido grande, pero esa misma incomodidad era lo que ella necesitaba para iniciar un proceso de autocuración.
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