Cada final implica un nuevo comienzo. Cada cumpleaños marca una etapa en nuestras vidas: el final de una y el inicio de otra nueva. Aunque no parezca, con cada año que pasa vamos madurando y si vemos atrás, nos vamos a dar cuenta de cómo hemos evolucionado como personas y cuánto hemos crecido como seres humanos. Se abren nuestros ojos para comprender muchas cosas y ver claramente lo que antes no veíamos. Ya no somos los mismos de hace un año.
Al menos una vez al año tenemos la oportunidad de cerrar esa etapa de nuestra vida para poder comenzar una nueva. Como dice Coelho: “La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando puertas abiertas por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción”. En la vida lo único que es constante es el cambio y nosotros no somos la excepción. Es por eso que a medida que pasa el tiempo, ya no nos sentimos cómodos con áreas de nuestra vida y en lugar de aferrarnos a ellas, las tenemos que dejar ir. Debemos seguir adelante y deshacernos de las cosas que nos atan a un pasado que ya no es parte de nuestro presente.
Por otro lado, el cumpleaños es un día que nos permite recordar momentos lindos y compartirlos con nuestros seres queridos. Muchos aprendemos a valorar lo que tenemos, sobre todo nos damos cuenta del valor de las personas que nos quieren y que con el transcurso de los años se mantienen a nuestro lado. Vemos quiénes están ahora y que muchos de los que estaban antes ya no están, porque hay personas que sólo llegan a nuestras vidas por un tiempo corto, mientras que otras se quedan para siempre. Eso nos permite intensificar las relaciones personales que realmente valen la pena y conservarlas para que continúen celebrando junto a nosotros muchos años más. Aprendemos que las relaciones se deben cuidar para que se duren, porque nadie va a seguir a nuestro lado sólo porque sí.
A muchas personas no les gusta cumplir años y mucho menos celebrarlo. Cuando son niños se divierten con la piñata, el pastel y los regalos; pero a medida que pasan los años ya no les parece divertido celebrarlo, porque cada año que pasa los hace sentir más “viejos”. Otros ven atrás y se dan cuenta de que no han logrado lo que deseaban en ese momento de su vida y se frustran. Algunos piensan que no vale la pena celebrar un año más de vida, porque están hartos de sus vidas. Para unos crecer significa más responsabilidades y más decisiones, dejar de comportarse como niños y madurar. Esto los aterra y desearían poder detener el tiempo y ser niños para siempre.
Pero si verdaderamente supiéramos el significado de cumplir años, no dudaríamos en celebrarlo. El cumpleaños es el aniversario de nuestro nacimiento. Por lo tanto, ese día debemos celebrar que Dios decidió darnos el regalo de la vida y ponernos en este mundo con un propósito. Cada cumpleaños Él nos da un año más de vida para cumplir con ese propósito. Nos da la oportunidad de reflexionar sobre nuestra vida, perdonarnos por los errores que hemos cometido en el pasado, perdonar a quiénes nos han lastimado y pedir perdón a las personas que hemos ofendido.
No tiene nada de malo envejecer, porque eso sólo es la edad cronológica, ¡un número! Ese número no nos determina como personas y tampoco puede frenarnos para cumplir nuestras metas. Lo que de verdad es importante es que nuestro espíritu se mantenga joven, lleno de alegría y con una actitud positiva ante la vida. El día de nuestro cumpleaños debemos celebrar que estamos vivos, que sentimos, que amamos, que disfrutamos…
Lo más importante es que le demos vida a cada año que cumplimos, en lugar de simplemente agregarle años a nuestra vida. Si vivimos en neutro, es obvio que no vamos a ser felices. Pero sí cada año que pasa lo llenamos de vida, vamos a celebrar cuando llegue el siguiente. Cómo dice Arjona: “…no le quite años a su vida, póngale vida a los años que es mejor”.
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