El 15 de agosto, es un día que no se olvida en un viejo poblado de Coahuila; hoy en día ya está abandonado. En él sólo se encuentran unas cuantas paredes de lo que en aquellos años eran casas. Los viejos pobladores (que en aquel tiempo eran niños) no se olvidan del temor que les provocó la bola de fuego.
Todos los que transitan por el lugar, no dudan que es un lugar pintoresco, pero ni se imaginan que en años anteriores todos sus habitantes los abandonaros por un terrible acontecimiento. Existen muchas versiones del suceso y se duda de la fecha correcta en que ocurrió, por lo que diré únicamente que fue un 15 de agosto de hace más de cien años. Se cuenta que los feligreses que asistían a la iglesia al caer la noche se sobresaltaron al escuchar un estrépito impresionante.
Todos se apresuraron a salir, y al mirar hacia el cielo vieron asustados una gran bola de fuego de unos 30 centímetros de ancho con dos flamantes rayos que se proyectaban al frente. Mientras observaban el fenómeno, éste pasó por encima del templo en dirección a un prado cercano.
En cuanto la bola sobrevoló el prado, desapareció. Volvió a aparecer una hora después en el mismo sitio y se movió a 500 metros del grupo de la iglesia antes de desaparecer. Según se dice, aquella bola de fuego volvió en contadas ocasiones atemorizando siempre a los pobladores. Se cree que se trataba de una bruja.
A partir de entonces, las personas comenzaron a poner hierbas sobre sus puertas; según esta creencia, para evitar que aquel ser maléfico entrara. Fue así cómo a partir de las siete de la noche todos se encerraban en sus casas, pues en cuanto la oscuridad caía, la bola de fuego sobrevolaba el pueblo en busca de alimento.
Se cree, según la leyenda, que las brujas se alimentan de los niños pequeños, sobre todo de bebés.
Esta versión, cobró más credibilidad entre los habitantes de aquel poblado. Estaban convencidos que las brujas chupaban a los bebés dejándoles enormes moretones. Según relatan, los niños más pequeños amanecían con pequeños moretones que apenas si se notaban, pero si no se colocaban aquellas hierbas formando una cruz en las puertas, conforme pasaban las noches, esos moretones se hacían cada vez más visibles hasta que finalmente los bebés fallecían.
De acuerdo con la leyenda, esto se pudo saber gracias a que cierta noche doña Clara, una mujer que tenía gemelos, notó que los perros ladraban más que de costumbre, pero aquella noche no le dio importancia. Al día siguiente se dio cuenta de que uno de los gemelos tenía un moretón, pero no alcanzaba a comprender el porqué, pues era imposible que el recién nacido se pudiera golpear con algo.
Esa misma noche volvió a escuchar que los perros ladraban desesperados. Ya habían pasado días en que el pueblo miró aquella bola de fuego, e incluso ya se habían registrado algunas muertes de bebés, pero todavía no se definía el motivo. A la mañana siguiente la mujer dio cuenta de que el pequeño tenía más pronunciado aquel moretón.
Intrigada decidió quedarse callada, pero esta duda crecía conforme pasaban los días; el niño ya presentaba más de un moretón en el cuerpo.
Cierto día, en cuanto cayó la noche y se dejaron escuchar los ladridos extraños de los perros, notó que el pequeño comenzó a llorar, pero a diferencia de otras noches, se le había hecho tarde para darles de comer a los gemelos, así que preparó los biberones y fue hasta su cuarto para alimentarlos; sin embargo, cuando llegó, notó que una horrible mujer estaba hincada junto a los gemelos y absorbía la sangre de uno de ellos. De inmediato lanzó un grito aterrador, que al parecer ahuyentó a la anciana que salió volando por la ventana.
La mujer corrió para auxiliar a sus pequeños, pero nada pudo hacer; uno de los bebés acababa de fallecer debido a la gran cantidad de sangre que la anciana ya había absorbido, porque no era la primera noche que lo hacía.
Desde entonces, era más común que las personas colocaran las hierbas en forma de cruz en sus puertas y ventanas, pues ahora sabían que la horrible mujer podía entrar por cualquier lado. Y en cuanto a los moretones, apenas los niños presentaban seña de ellos, se dice que las mujeres los acostaban con ellas, así la bruja no tenía oportunidad para chuparlos.
Según la leyenda, la bruja se volvió más agresiva, pues no podía alimentarse porque las madres acostaban a sus pequeños con ellas. Fue entonces cuando las familias decidieron irse a vivir a los poblados más alejados de las montañas, abandonando por completo sus hogares.
Desde entonces el pueblo se quedó vacío, pues nadie se atrevió a volver jamás. Conforme pasaron los años, estas versiones se convirtieron en leyenda. Se dice que todavía hoy en día se pueden ver bolas de fuego flotando entre los árboles de las montañas.
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