El día después de una noticia que llega al corazón y lo desgarra pareciese que hubiera pasado un tornado por el alma para arrasarla. Uno se despierta en la noche con la sensación de no poder ser, de estar viviendo dentro de un sueño, de no despertar aun cuando se tienen los ojos abiertos. La vida ha decidido sin ti en algo que te importa y te afecta directamente. Ha querido arrebatarte afectos que ni siquiera uno sabe que son tan fuertes. Ha silenciado para siempre las palabras no dichas que están esperando en la puerta de los labios para cobrar vida. Posiblemente todo tenga un sentido que no llegamos a comprender. Nada pasa porque sí. Deberíamos poder cambiar la pregunta que tantas veces nos repetimos ante sucesos dolorosos e imprevistos y del por qué pasar al para qué nos suceden las desgracias que nos dejan con una terrible sensación de abandono e impotencia. No hay respuestas. Sólo cabe seguir haciendo presentes a las personas que se han ido con el imborrable recuerdo de su impronta en nostros. Así, definitivamente nuestros, continuar viviendo más allá de los interrogantes, de las cuestiones no resueltas, de la rabia y la fustración de no tenerlos más a nuestro lado. No hay otra salida. La única puerta que se nos abre es la del reposo de los sentimientos en el tiempo, cuando éste sea de nuevo nuestro amigo. Y con la calma que concede la aceptación de lo que nos sucede sin remedio...continuar la vida.