El verdadero objetivo de la vida es ser feliz. No a cualquier precio, no de cualquier forma, pero sí intentar serlo siempre en el " aqui" y en el "ahora". La felicidad es un estado. No es un regalo, no es una adquisición, no es un objeto de compra venta, ni siquiera te la traen de fuera...es una forma de permanecer alejado de la rabia, la ira, la negatividad o la agresión. Es una forma de lograr el equilibrio interior. Una manera de estar y permanecer en el sosiego grato, en la sensación de estar bien contigo mismo y sobre todo, en la decisión de no estar mal con nadie. No podemos dejar la felicidad en manos de otro. No podemos darle la llave de nuestro tesoro, porque sea quien sea actuará siguiendo criterios propios, motivaciones personales e intereses concretos que pueden no rozarnos siquiera. La felicidad debe ser nuestra y llegar a nosotros del impulso interno de quererlo así y de disponer todos los recursos de nuestra mente y nuestra conciencia en función de este logro. Quiero ser feliz o lo que es lo mismo, estar bien conmigo y en paz con todo, desde el decidido deseo de conseguirlo y con la seguridad de que si es algo que depende de mi voy a lograrlo.
No hay que confundir felicidad con pasión, ni con alegría, ni con bullicio y diversión, aunque estos sean componentes que la adornen. La felicidad es otra cosa. Y lo es en cuanto que ella misma se basta para continuarse y todo puede ser objeto de su goce. Está en lo sencillo del día a día, en la comprensión de lo valiosos que somos, en la clarividencia de lo afortunados que debemos sentirnos por estar en la vida y disfrutar de todas las sensaciones que esta nos permite. La felicidad es de construcción propia. Ningún otro debe intervenir en el edificio sino es para adornarlo. Los arquitectos, los únicos coordinadores del proyecto...somos y seremos siempre nosotros mismos.Por eso a nadie debemos culpar de arrebatárnosla y si alguien debe redir cuentas llamemos a nuestra conciencia para que responda.