Vamos a volver a examinar juntos algunos puntos que tal vez no hayan sido suficientemente esclarecidos.
Primero, ¿han comprendido bien lo que queremos decir con "liberación"? La liberación no concierne, claro está, a la persona, consiste en ser libre de la persona. En realidad, el aspirante no difiere del instructor: los dos son el eje intemporal de toda acción, de toda percepción. La única diferencia es que uno sabe, mientras el otro no sabe lo que es.
La personalidad desempeña un papel importante en la vida de un hombre, todo gira a su alrededor. ¿Qué opina Vd.?
La personalidad es fabricada por la memoria y alimentada por el deseo. Pregúntese "¿Quién soy?" y experimente claramente, en vivo, que no es esta persona que piensa, actúa, sufre; todas estas percepciones surgen y se disuelven en el saber del "soy", un trasfondo vivenciado.
Lo que llamamos una persona nace de una confusión. El pensamiento, el sentimiento, lo mismo que la acción, aparecen o desaparecen indefinidamente, creando la ilusión de una continuidad. El sentido de ser un yo no es más que una imagen del testigo, del vigilante, reflejada en la mente y con la cual se identifica, porque el confundirse con su creación es inherente a su naturaleza creativa. El mundo y sus objetos, como la misma persona, no son más que un producto de su imaginación. El instructor, por su presencia y con sus dotes de pedagogo, le hace comprender que usted no es una persona. Sólo el "yo", pensamiento sin objeto, presenta el lazo perfecto entre la mente yel testigo porque su aroma le viene directamente de este último; "soy esto", es parte de su imaginación, es una alucinación. El verdadero pensamiento "yo" apunta directamente hacia su fuente y se pierde en la vivencia no mental.
¿Cómo liberarse de la confusión mental?
Sea el testigo de sus actividades sin parar, la vigilancia clarifica la mente y le colocará tarde o temprano conscientemente más allá de él.
Los altos y bajos de su proceso espiritual son debidos al hecho de que la perspectiva no ha sido cogida todavía en su totalidad. Estas fluctuaciones ocurrirán mientras no se haya liberado de la noción: soy el cuerpo; su movimiento natural no ha sido percibido todavía y la mente le extravía. La base para establecerse en la verdad es la escucha vacía de lo que dice el instructor y los recuerdos que de esto resultan, lo no-formulado, soporte de lo formulado, permite que la verdad se vuelva experiencia.
Sea lúcido y renuncie a lo que no es. El universo cuya fuente es usted obedece a su propia ley, según su propia disposición. No busque las causas de lo que, cree ser; es un desgaste de energías totalmente vano. Lo que usted es genuinamente está más allá de toda causa y de todo perfeccionamiento. El creerse el autor de sus actos tiene su raíz en la ilusión de un yo y de sus propiedades.
Frecuentemente y tan a menudo como se presente la ocasión, debe usted considerar lo que está en el trasfondo. Su atención se pierde constantemente en los objetos y en las ideas, y el sentido de ser se le escapa totalmente. Se vuelve usted espectador de la corriente de su vida, de sus motivos, de sus acciones y de sus resultados. Considere las paredes que ha construido alrededor suyo. Al tomar conciencia de su terreno, llegará a conocerse a sí mismo. La eliminación de lo que usted imagina ser, de lo que no es, le hará lúcido acerca de lo que es realmente: cualquier otra cosa es un producto mental. Esta realidad se obtiene por eliminación. Toda definición positiva es memoria y está al margen de la experiencia de lo real. Llegará a sentirse cada vez menos implicado en lo que se presente a usted y se descubrirá como el que percibe. Cuando se haya liberado de la opinión: soy este cuerpo, y de sus consecuencias, se despertará espontáneamente a su estado natural. Entréguese totalmente a este descubrimiento.
Ya sabe que el verdadero conocimiento no se puede obtener por algo conocido, conceptualizado o perceptivo, que lo que es usted realmente, no se deja explicar y se obtiene por la extinción de lo que no es.
Un yo volitivo hace imposible la realización de lo vivenciado. La conciencia testigo debe intervenir y el "ego" debe convertirse en un objeto de discriminación. Es la puerta abierta hacia el perfecto equilibrio. El yo no se conoce, está identificado con lo que piensa, lo que siente, lo que experimenta. El instructor aparta al discípulo de lo que él cree ser para que se vaya conociendo a sí mismo y esté despierto a todas sus percepciones. El "ego" no es más que resistencia, defensa y agitación, la conciencia-testigo es la que, al principio, lo ilumina y lo desenmascara.
Después, el estado meditativo nos lleva a descubrir lo que somos últimamente. Tomamos una conciencia justa de nuestros esquemas corporales, de nuestros pensamientos, de nuestras motivaciones, que conocemos mal. Si dejamos que se articulen, que se expresen sin intervenir, este estado se vuelve purificación, desnudez, sin que nadie purifique o desnude. Es un puesto de observación no implicado. Un mundo de energías totalmente insospechadas se libera, se desbloquea; la mente pierde su agitación, se vuelve movimiento natural, lo que nos permite descubrirnos como testigo, como vigilante. El reflejo, "soy esto o aquello" nos abandona totalmente; el vigilante trasciende la experiencia y el experimentador. Por fin, comprendemos que el testigo está dentro del Ser, fluye del Ser, pura lucidez, bienaventuranza suprema, luz del observador.
El individuo no tiene existencia fuera del último conocedor, no es más que una sombra, un reflejo de éste en la pantalla de la mente, un compuesto de la memoria y de los hábitos. Siempre agitado, espera y reivindica, buscando la confirmación, la seguridad y la acumulación. En el fondo está atemorizado y teme interrogarse en profundidad.
Toda percepción, toda experiencia está unida al tiempo, pero la verdad trasciende. Es una visión inexacta la que nos empuja a identificarnos con lo impermanente. Todo lo que piensa, siente, hace, es pasajero; la sensación de ser es su base, es permanente. Déjese invitar lo más posible por el presentimiento, el recuerdo de esta sensación y húndase en él cada vez más hasta que la realidad le arrastre.
Me dijo Vd. un día: sólo existe lo verdadero y lo falso es una superposición
Lo falso es imaginario, lo verdadero es Ser. Una visión justa de lo falso es iluminación. La renuncia se produce sin que alguien renuncie. El silencio lúcido contiene el todo y lo armoniza, lo purifica. Vía directa, vía sin elección, hay entonces traslado de energías e instalación espontánea en el ser verdadero.
El mundo existe porque usted existe, pero usted no es el mundo. Los objetos de la conciencia, nombres y formas, representan el universo; la realidad, que es todo silencio, está más allá. Usted recalca el nombre y la forma y así la verdad se escapa.
Fuera de la conciencia no somos nada: el universo, usted y yo aparecemos en ella. Separados en imaginación de esta lucidez, nos hemos encerrado en miedos, conceptos, imágenes. Los estados de vigilia y de sueño son superposiciones a esta conciencia-silencio que todos tenemos en común.
Para terminar, no olvide sobre todo que lo que hace no tiene ninguna importancia, lo que importa es el modo de hacerlo, su actitud interior. Su papel en el escenario del mundo toma todo su sentido en la lucidez con la cual lo representa usted. Mantenga su conciencia de ser y se despertará en la alegría. La elección se basa en la memoria y se vuelve fácilmente esclavitud, la acción desinteresada no le ata a nada, le deja libre; sea sólo entrega. No se ahogue en el personaje que hay que interpretar ya que perturba la visión de su origen profundo. Trate de vivir espontáneamente, simplemente; sólo cuenta el momento presente. Así es el estado meditativo, la alegría sin objeto.
Viva en profundidad y deje que la repentina aparición del deseo se deslice y se disuelva en el origen de todo deseo.
Fuente: Jean Klein. La Alegría sin Objeto (Luis Cárcamo Editor, 2006)