por David Carse
Sólo hay Uno. No hay jamás, en ningún sentido, multiplicidad, ni siquiera duplicidad. Toda percepción de distinción y separación, de dualidad y, por ende, de lo que se conoce por realidad física, es una ilusión creada mentalmente que tiene la misma naturaleza que un sueño. Lo que tú crees ser —una entidad individual separada— es parte de esta ilusión. Tú no eres el hacedor de ninguna acción o el pensador de ningún pensamiento. Los eventos suceden, pero no hay hacedor. Todo lo que hay es Conciencia. Eso es lo que verdaderamente eres Tú.
Perfecta Brillante Quietud
Por favor, escucha muy atentamente; esta información que sigue es muy importante. Es lo contrario a lo que te han dicho siempre; y lo que te han dicho siempre no es verdad. Aquello de lo que aquí estamos hablando es algo extremadamente simple. No es su complejidad o su dificultad lo que hace que sea tan complicado de comunicar o de entender, no. Por el contrario, es algo muy simple y muy sencillo. Lo que sucede es que está tan completamente reñido con lo que suele creerse y con la manera en que comúnmente se interpreta la experiencia, que la mente no puede comprenderlo.
Hay una realidad consensuada y concordada que casi toda la raza humana comparte. El mundo ha estado dando vueltas desde hace mucho tiempo; es muy antiguo. Tú naces como un individuo dentro de este mundo; creces, aprendes, experimentas la vida y mueres. Hay algún desacuerdo acerca de lo que sucede tras eso, excepto que la vida proseguirá para todos los demás hasta que también ellos mueran. Todo el mundo cree que sabe esto o algunas variaciones locales de esto mismo. Pero lo cierto es que cuando "naciste" no lo sabías. Lo aprendiste. Todos los demás lo aprendieron igualmente, y de este modo se convirtió en una idea compartida casi universalmente. Pero el hecho de que todo el mundo crea algo no lo convierte en verdad.
Por toda la eternidad, sin tiempo, Yo Soy el no-nacido. De igual modo que un sueño comienza en un determinado punto mientras dormimos, así mismo Eso que Yo Soy aparece "en un determinado punto" como Conciencia aquí, y este mundo deviene existente. Abro los ojos: hay experimentación de la vida en este aparente cuerpo-mente. Tras un cierto periodo de experimentación, cierro los ojos: el mundo cesa de existir, y por toda la eternidad Yo Soy el no-nacido.
¿Qué podría ser más simple, o más obvio?
Cuando cesa la percepción errónea que toma por real lo que no es más que una ilusión, hay un súbito, completo e irrevocable ver que no existe tal cosa como una persona separada, sino que ello es tan sólo una apariencia en el juego de la Conciencia; apariencia la cual cumple la función, dentro de ese juego o sueño, de lo que viene en denominarse "organismo cuerpo-mente humano". Tal organismo es sólo una apariencia, un constructo ilusorio u onírico en el seno de "Eso" que está más allá o es previo a la ilusión.
Desde dentro de la ilusión, puede aludirse a "Eso Que Es" llamándolo Conciencia, o Presencia, o Todo Lo Que Es, o tal vez incluso (con algunos matices) "Dios"; entendiéndose que esta Presencia (por elegir sólo un término) es todo lo que hay, de suerte que cualquier cosa que sea percibida es siempre y únicamente "Presencia siendo percibida como" alguna (ilusoria) cosa. Esta Presencia es lo que mana o fluye (por emplear una imagen) a través del aparato cuerpo-mente, animándolo y dotándolo de consciencia. Esta consciencia es tal que el aparato piensa, al igual que les ocurre a los demás aparatos similares a él, que es de veras una entidad autónoma individual, un ser separado que es consciente.
Pero no lo es. Esa es la ilusión. No hay seres separados. No hay nadie en casa. Sólo hay Presencia manando a través de estas formas aparentes, creando así esta ilusión. En realidad, no existe un "yo", un "mí", un "david", excepto como una idea errónea de estar separado de la Conciencia, una idea descarriada, totalmente conceptual y jamás "real" que da lugar a un ilusorio yo separado. Y la realización consiste en ver que esta Conciencia, Presencia, Todo Lo Que Es, es lo que en verdad "se" es.
(Extracto de: Perfecta Brillante Quietud, por David Carse)
Fuente: David Carse. Perfecta Brillante Quietud (Gaia Ediciones, 2009)