No creo que existan personas que en esencia sean apáticas. Simplemente hay personas con objetivos estériles. Con metas que no les generan exaltación e impulso para tomar acciones sólidas. Los ganadores ven la vida como una bienaventuranza, los perdedores la ven como una maldición.
El camino del éxito inicia con una visión... con un sueño. Éste es el chispazo que enciende la maquinaria del entusiasmo y la acción. Los sueños son el carburante obligatorio para emprender cualquier plan. Los imaginativos ven el futuro lleno de escenarios inspiradores.
Todos nacemos con un inmenso potencial por desarrollar. Comenzamos nuestro tránsito por la vida y, siendo niños, nuestra mente no entiende de restricciones, pues todos pensamos en grandes empresas. Pero, al crecer, dejamos que nuestros sueños se vayan quedando cada vez más y más pequeños.
¿Qué nos sucede a medida que vamos dejando de ser niños? Nosotros mismos, con los pretextos más variados, preferimos encarrilarnos en lo que es “normal”, en lo que es aceptado por la mayoría, y terminamos por convertirnos en “enanos mentales”, y acabamos con el niño soñador sustituyéndolo por un adulto conformista.
Forjar nuestro sueño es el primer paso para convertir lo invisible en visible. Lo que hay que hacer, es apuntarse objetivos lo suficientemente grandes, inspiradores y desafiantes, que nos inciten a dar lo mejor de nosotros.
Evitemos auto censurarnos y auto limitarnos. Avivemos todo lo que pase por nuestra imaginación, aunque nos parezca desatinado.
Lo cierto es que, cuando pensamos en esas cosas, nuestro entusiasmo crece. Nos sentimos mucho más motivados e ilusionados. Pero recordemos que el triunfo es la obra progresiva de un gran sueño. Es un espacio de evolución desde algo, con la intención de ir hacia algo mejor. Desde el letargo hacia el ejercicio, de la inacción a la acción, de la desidia al entusiasmo, de la pequeñez al mayor de los éxitos.
El siguiente paso es responder a la pregunta: ¿En qué clase de individuo he de convertirme para lograr lo que quiero? Y describamos cuáles habilidades, rasgos de carácter, actitudes y creencias necesitaremos desplegar para alcanzar los objetivos.
Finalmente, el paso más importante - sin titubeos - es actuar de forma inmediata tan pronto como hayamos definido las metas. Es necesario crear rápidamente el impulso. No dejemos pasar un día más sin haber realizado una acción, por pequeña que sea, que nos ponga en marcha en la dirección de nuestros sueños. Y una vez iniciado el camino - con el primer paso - el resto de ellos se hacen más llevaderos y naturales de cumplir.
El simple hecho de dar ese primer paso ya nos aparta del 90% de las personas que son incapaces de intentar caminar detrás de una meta. De los que renuncian antes de haber comenzado. Seamos del grupo de las personas proactivas, que toman una decisión y se comprometen con ella... ¡sin pretextos!
Hay estadísticas que demuestran que durante los tres años subsecuentes a la jubilación mueren muchas personas. Esto confirma que, cuando perdemos esa emoción de estar produciendo y contribuyendo de algún modo, también perdemos el deseo de vivir.
Es imperioso siempre tener un objetivo que nos impulse hacia adelante, nos inspire y nos rete a sacar ese gigantesco potencial que está adormecido adentro nuestro.
Si dejamos al azar la obtención de resultados, muy posiblemente no conseguiremos logros de importancia. Por ello es importante establecer metas que nos permitan prosperar hacia nuestros sueños y objetivos más preciados.
Soñar, visualizar y fijar metas es comenzar a labrarnos nuestro destino.
El autor es Coach y Consultor en Dirección de Empresas. Correo: manuelsanudog@hotmail.com
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D. R. ©2005. Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.