Sobra decir que los problemas nos afectan emocionalmente y que, por lo mismo, es difícil seguir un orden, lógico y lineal, para analizarlos con objetividad y encontrar las mejores soluciones. La razón se lía con la emoción, y la pasión por resolver el asunto nos hace querer tener hasta el último detalle de la fórmula, de la receta que aliviará nuestros males. Pero, valiéndome de esta analogía de la ciencia médica, hay que tomar en cuenta de que primero hay que hacer un diagnóstico - del problema - y luego pensar en el qué es lo que se debe hacer. Y hasta entonces, bien definido el qué, podremos abrir el arcoíris de alternativas de los posibles cómos de llevar a cabo el qué.
Pareciera un juego de palabras, pero no es tal. Si no te enfocas, primero que todo, a especificar el qué, que tiene que ver con lo que realmente quieres y no tanto con lo que debes o lo que te "conviene" hacer, seguramente tus pensamientos viajarán al futuro, descartando el qué por las aparentes dificultades de hacer realidad el cómo. La mente te traicionará en su afán de controlarlo todo... O de darles gusto a los demás.
Me permito un ejemplo: Para un matrimonio con problemas de incompatibilidad de caracteres, de desamor, de continuadas peleas y agresiones, de años de intentar componer lo que está roto, y que no tiene remedio, lo más recomendable es la separación de la pareja. Esto es el qué... pero, en cuanto se asoma el cómo - o los cómos -, los egos empiezan a defender sus posiciones, pertenencias, territorios y hasta la paternidad de los hijos, invalidando lo que al principio lucía como un sencillo qué hacer. En este atoramiento, de quién se queda con qué cosa o con cuáles hijos, se pierde de vista lo que parecía ser la solución simple, la sensata. Además, los paradigmas sociales y religiosos, como el de que "hasta que la muerte los separe", no ayudan a sacar adelante el qué, pues la vanidad se atasca en el cómo. Así, pueden transcurrir décadas enteras, muertos en vida, y separados emocionalmente
No me promulgo totalmente a favor de la separación o del divorcio, pero no estoy de acuerdo con seguir haciendo "vida" en matrimonio si ya no hay el amor que es el pegamento que une a los cónyuges. El paradigma social colectivo podrá decir que no se separen, que lo hagan por los hijos, pues si no serán afectados emocionalmente. Mmmmmhh, ¿de verdad será así?, ¿no será peor que vivan en un hogar de violencia, desamor y de estrés?
Me regreso al qué: si afrontas el problema, con un atinado diagnóstico, estarás cerca de clarificar qué es lo que verdaderamente quieres y necesitas para componerte. En este punto, te conviene hacer una pausa mental y no dedicar energías a cómo resolver el enredo. Habrás de hacer caso omiso de las voces y presiones de los demás que con buena intención, o lo contrario, te inundarán de tácticas de cómo hacerle. Se vale que escuches, pero no que te dejes influenciar por ellos, aunque se molesten por no tomar sus consejos. Es curioso, pero cuando damos un consejo, en especial si nos lo han pedido, creemos que el otro está obligado a tomarlo como bueno. Por eso, lo mejor es no dar consejos a quien no lo ha solicitado.
Una vez clarificado el qué, y con el alma quieta, la Vida te irá mostrando el cómo, el quién, el cuándo, el dónde y con qué. De modo y manera, que caminarás sosiego hacia un punto que te llevará a otro, y a muchos más, en una mágica conexión con el Flujo Vital. Define bien qué es lo quieres, y déjate llevar por Él.
"A partir de cierto punto no hay retorno. Ése es el punto que hay que alcanzar"
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