Hay ocasiones en las que no nos gustan los resultados que obtenemos en la vida; no nos gusta estar siempre sin dinero, no nos gusta estar solos, no nos gusta discutir siempre con los demás, no nos gusta estar con sobrepeso, etc. Si vemos los frutos que ha dado nuestra vida, es decir, los resultados obtenidos, puede que no nos gusten. Entonces tendemos a centrar toda nuestra atención en esos frutos, en querer cambiar los resultados. Al centrar nuestra atención en esos aspectos negativos de nuestra vida, ignoramos la causa que los provoca.
Para comprender este hecho he creado un gráfico:
Lo que determina el fruto del árbol son las raíces, pues son estas las que han engendrado los frutos. En otras palabras, lo que se ve está condicionado por lo que no se ve, lo interior determina lo exterior, lo invisible causa lo visible, lo que está bajo tierra provoca lo que está sobre ella.
Si no nos gusta la vida que vivimos, más que concentrarnos en ella, deberíamos concentrarnos en qué es lo que la alimenta, es decir, en la raíz.
¿Cuál es la raíz de nuestra vida? Tres aspectos:
los pensamientos, los sentimientos y las acciones. Cuando tenemos pensamientos de cualquier tipo, estos provocan en nosotros unos sentimientos, los cuales nos llevan a realizar acciones que determinan los resultados. Para entenderlo mejor, pensemos en una pareja de enamorados. Cuando piensa el uno en el otro se produce una reacción en los sentimientos, provocando escalofríos, aceleración del ritmo cardíaco, etc. Estos sentimientos impulsan a la persona a llevar a cabo una acción, en el caso de los enamorados pudiera ser comprar un regalo, decir palabras de amor o coger la mano de su pareja, incluso si están distanciados podrían llamarse por teléfono. Estas acciones provocan unos resultados; en el caso de los enamorados sería el aumento del amor.
Estudios recientes demuestran la relación entre pensamientos, sentimientos, acciones y resultados. Por eso, si estamos descontentos con los resultados que obtenemos en nuestra vida, deberíamos preguntarnos:
¿Pienso constantemente en los problemas más que en las soluciones?
¿Pienso en lo que no me gusta más que en lo que me gusta?
¿Pienso que los demás, las circunstancias, el gobierno, los familiares, los compañeros, la suerte, etc. tienen la culpa de mi situación?
¿Pienso que soy una víctima de mis circunstancias?
Estos pensamientos pudieran llevarnos a desarrollar sentimientos negativos, como ira, resentimiento, impotencia, victimismo, etc. Así como una necesidad de hablar sobre nuestros problemas y dificultades, acciones que para nada nos benefician, pues lo que pensamos constantemente acaba haciéndose realidad.
Por otro lado, si tenemos pensamientos positivos, estos provocarán en nosotros buenas sensaciones que nos impulsarán a actuar de forma más positiva, mejorando los resultados. Esto lo vemos en aquellas ocasiones en las que contamos a alguien un problema y nos dice: “¿Pero eso es un problema? Lo que tienes que hacer es esto, esto y lo otro” y, de forma milagrosa, resolvemos con su ayuda aquel problema que para nosotros fue una montaña insuperable. De ahí la importancia de estar centrados en las soluciones más que en los problemas.
Así que, si no te gustan los resultados que obtienes en tu vida, tendrás que empezar por cambiar tu forma de pensar, negándote a pensar en el problema, sino en la solución, evitando sentirte víctima, sino responsable de tus circunstancias, centrándote en aquello que quieres conseguir y planificar cómo lo vas a lograr, en vez de pensar en lo que no tienes. Recuerda que tu vida es el resultado de tus pensamientos, y la única forma de cambiarla de forma permanente es cambiar tu forma de pensar. Tu mundo interior crea tu mundo exterior.
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