Recuerdo una frase que dice: “Dios mío, dame paciencia… pero ¡ya!” Lo que demuestra que, hasta para pedir y recibir la paciencia, somos impacientes.
En la actualidad la impaciencia es más cotidiana de lo que podíamos imaginar. El atropellado ritmo de los acontecimientos – unido a la publicidad que apresura al consumo, a votar o proceder en lo que sea – y la exigencia de los jefes por los resultados rápidos, han creado en ti, en mí, y en casi todos, la cultura de la inmediatez. Además, con tanta contaminación idiomática, del lenguaje inglés especialmente, incluso están de moda las rúbricas de correos y cartas que presionan a la urgente respuesta: “ASAP” (as soon as possible, por sus siglas en inglés)
Para calmar mi naturaleza impaciente me repito frases que me lleven algún remanso de calma, mientras llega el resultado. Existe esta otra máxima, del argot del Tai Chi, que dice que “El apuro provoca pérdidas”. Es decir, que el apresuramiento, léase impaciencia, puede malograr los efectos que se buscan. El refranero mundial está repleto de sabiduría sobre el tema. Aún así, no solo con frases y refranes se aquieta la impaciencia. Requerimos de más trabajo, al interior nuestro, para aceptar que “La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”, según lo dijo Jean Jacques Rousseau. Pero mi esencia me empuja a pensar en lo que citó George Bernard Shaw: “A veces la impaciencia da más frutos que los más profundos cálculos”… ¡Qué contradicción!
Refranes van y refranes vienen, y seguimos impacientes porque las respuestas no llegan en el tiempo o forma en que las queremos. Recurro a la ecuanimidad y caigo en cuenta en algunas conclusiones:
- La sensación de la velocidad del tiempo no es igual para todos: sí lo es en la forma en que la medimos, pero no en el “reloj anímico” de cada quien. Lo que para unos es lento para otros puede ser lo normal y a la inversa.
- Debemos afinar nuestra empatía: para ubicarnos en el ambiente de espacio y circunstancia en que está la fuente del resultado; sea una persona, un grupo de ellas, los sucesos básicos que le rodean… Es muy probable que en el otro no seamos el número uno en su lista de prioridades.
- No tomar tan a pecho las promesas de los demás. Para muchos es muy fácil soltar fechas de cumplimento que ni siquiera revisan si son factibles. Son como respuestas autómatas que dan para quitarse al otro de encima. No obstante, si tú prometes plazos asume el compromiso de cumplirlos. Y si no, ten la valentía y honestidad de comunicar el retraso.
- Mientras el resultado llega, mantente ocupado durante la espera. Así, tu mente no estará en la tortura de la impaciencia.
- Repite a ti mismo: “El resultado está en camino”. Pues todo tiene su tiempo de maduración y de espera. Y, también, todo sucede por alguna muy válida razón.
Lo anterior te llevará a un reposo mental que hará que te olvides del apuro por el resultado. Y cuando llegue lo disfrutarás al máximo, pues te tomará casi por sorpresa.
“La paciencia infinita produce resultados inmediatos”
Frase de “Un curso de milagros”
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D. R. © Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción, total o parcial, sin el permiso del autor.