El amor nace cuando se exaltan sin límite las virtudes y se consolida cuando se aceptan sin rencor los defectos.
Por mucho que queramos evitarlo, el defecto es como el 29 de febrero: al final, siempre llega. Aquel xxxxxx de energías sufre apagones; aquellas miradas tienen golpes de estrabismo; aquellas palabras se pierden en temporales afonías. Se empieza a detectar el defecto.
El menú de sinsabores es muy variado y cada pareja lo digiere de distinta manera, aunque parece que en pleno 2008 el más generalizado sigue cierta tendencia.
Como entrante, un "Debe estar nervioso por algo" es el parche que cubre el primer moratón emocional. Como plato principal, un "¿Por qué me tratas así?" es el gemido del corazón camino a partido. Como postre, un "No te aguanto más" es el remate antes de pedir la cuenta y largarse.
Eso en cuanto a lo profundo. En cuanto al entorno, hoy el amor veraz debe aprender a convivir entre una constante persecución a la prisa, prohibiciones majaderas, crisis con presidente risueño, nóminas discretas e hipotecas inconcretas.
Es una humilde y columnista opinión pero, frente a tanto desaguisado, un eterno degustar y digerir amor en pareja sólo se hace masticable desde una aceptación pactada de los defectos propios y ajenos.
El amor ciego, para que perviva por los años de los años, siempre es bueno que se vuelva un poquito miope.
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