Que la vida es llena de elecciones, no quedan dudas. Elegimos todo el tiempo, sea consciente o inconscientemente. Inclusive, la decisión -también consciente o no- de no elegir, es una elección. Y algunas veces, una de las más peligrosas!
Sucede que, por falta de autoconocimiento y por miedo a descubrir que el momento es de espera y de no saber lidiar con la ansiedad que esta expectativa provoca, muchas personas se dejan elegir y después simplemente se lamentan por las consecuencias, como si no hubieran podido hacer nada.
Cuando se trata de relaciones amorosas, la preferencia por dejarse elegir es más frecuente de lo que imaginamos. Tal vez sea la razón por la cual tantas personas se dan cuenta, después de algún tiempo, de cuánto podrían haber evitado algunas catástrofes emocionales, si hubiesen sido más imperativos en el momento de la elección, si hubiesen dado oídos a su intuición o a las señales que la vida mandó… porque ella siempre manda!
Si, es verdad que existe un dicho popular avisando que quien mucho elige acaba elegido. Sin embargo, el aviso sirve para alertarnos sobre el exceso de críticas, el orgullo exagerado o el análisis que paraliza, que impide la tomada de decisión.
O sea, el ideal es aprender a calibrar el corazón para que no haya ni negligencia en el acto de decidir si es hora de ejercitar el amor o de esperar, ni el miedo sin sentido de intentar de nuevo. Personas demasiado carentes, que aceptan cualquier relación para aplacar su pavor de estar solos y tener que encarar a si mismo y sus limitaciones, ciertamente, van a terminar y comenzar relaciones sin cuestionarse cuál es el aprendizaje, cuál es la maduración para un futuro encuentro que sea más satisfactorio y armonioso.
Por otro lado, personas demasiado críticas, muy orgullosas o que mueren de miedo de entregarse a una relación y poder sufrir, también pagarán un precio alto, muchas veces amargando soledad y privándose de la alegría y el privilegio de vivenciar el amor.
Mi sugestión es para que tú, en primer lugar, tengas muy claro para ti mismo lo que realmente deseas vivir cuando el asunto es amor. Qué es lo que tienes para ofrecer? ¿Cuánto te sientes preparado para lidiar con las dificultades que vienen a surgir en una relación, sea celos, inseguridad, falta de auto estima, ausencia del otro, diferencias de ritmo, etc.?
¿Cuánto ya has perfeccionado tu habilidad de comunicarte, de hablar sobre lo que sientes, o lo que quieres, principalmente, de oír al otro e intentar una conciliación siempre que sea necesario?
Después, con un mínimo de autoconocimiento, sugiero que te cuestiones y reflexiones sobre tu noción de merecimiento y creencias. ¿Cuánto tú crees merecer un amor basado en la confianza, en la lealtad y en la intensidad?
¿Cuánto realmente crees que pueda existir un amor así? Puedes apostar: si tú no crees en ésta posibilidad, difícilmente vas a vivir una relación que valga la pena, simplemente porque ésta opción no es parte de tu universo, de tu campo de visión.
Y por último, más que ansioso o distraído, mantente tranquilo y seguro de que el amor sucederá en el momento adecuado. Ni antes ni después. No es preciso que busques desesperadamente. Apenas vive a partir de lo que existe de mejor en ti y permanece presente, atento a lo que sucede a tu alrededor. Y todo el universo estará conspirando a tu favor, porque, al final de cuentas, nacemos para amar y ser amados.
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