Cuantos quilos de peso muerto vienes cargando? Hace cuanto tiempo?
Arrepentimientos inútiles, rabias que no acaban nunca, lamentos por lo que no dio resultado, victimización, insistencia en el dolor, resistencia a los cambios…
¡Argh! ¡Eso pesa! ¡Y pesa mucho! Y es un peso inútil. ¡No sirve absolutamente para nada! O mejor, sirve para dejarte más lento, cuando no parado! Sirve para hacerte creer que la vida es realmente muy difícil y tal vez aún para cuestionarte si todo esto realmente vale la pena…
Por supuesto que todo el mundo vive frustraciones, perdidas, tristeza, dudas. Es parte de la dinámica de la vida y de las relaciones. Al final, amar es un ejercicio de aprendizaje. Es a partir del encuentro con el otro que percibimos con mayor claridad quienes somos. Pero, créelo, el amor es mucho más levedad que neuras desenfrenadas y sin el menor sentido común.
Por lo tanto, líbrate de tus pesos inútiles cuanto antes!
Y si no tienes la menor idea de por donde comenzar, sugiero que hagas una linda limpieza en tu guardarropas. Eso mismo: abre sus puertas, pon todo afuera y comienza a separar lo que realmente te gusta y usas de aquello que vienes guardando hace años sin ni siquiera recordarte que lo tienes. O sea, no lo usas, tal vez ni te guste más, pero continua estando ahí, ocupado un espacio que podría estar sirviendo para airear el ambiente - lo que es esencial para mantener tus piezas más perfumadas y organizadas.
¿Que tiene que ver eso con el amor? Bien, estoy sugiriendo un ejercicio externo para que comprendas la importancia y la dinámica de lo que precisas hacer internamente. Sin contar que, convengamos, la sensación de levedad y bienestar que ganamos al revisitar y organizar nuestros armarios tiene, sin dudas, todo que ver con la sensación que sentimos cuando nos libramos de sentimientos y auto puniciones inútiles, viejas, excesivas y que no nos han ayudado en nada en la búsqueda de la felicidad y del amor que tanto merecemos!
Después de esta limpieza externa, si continua confuso al respecto de lo que precisas definitivamente sacar de dentro de ti, toma dos hojas de papel y un lápiz. En la primera hoja, escribe todo lo que reconoces de bueno en ti. Sé generoso y abundante, sin ser prepotente, claro! Sé también detallista. En vez de solamente usar adjetivos genéricos, intenta hacer de este papel una especie de inventario sobre ti, o sea, personalizado. Rescata momentos marcantes de tu vida y anota como has sido admirable. ¿Que hiciste? ¿Cómo lo hiciste? Por ejemplo, en una relación, el otro cometió un desliz y, al pedir perdón, en vez de reprimirlo, mostrarte superior o responsabilizarlo por todo lo que estaba insatisfactorio en la reacción, conseguiste oír, ponderar, reflexionar sobre de que forma participaste en todo eso. En fin, actuaste como pareja y no como enemigo.
En la segunda hoja, escribe todo lo que consigues admitir que no te sirve más. Tal vez una herida resecada, una desconfianza sin motivo real, un exceso de crítica, creencias limitantes (tipo ningún hombre sirve o no existen mujeres sinceras). Tal vez tu mayor peso muerto tenga que ver con el exceso de inseguridad y ansiedad, falta de auto estima, en fin, desvalorización de quien eres y de todo lo bueno que existe en ti. Escribe!
Por fin, toma la primera hoja, con sus predicados, y guárdala contigo. Toda vez que te sientas incapaz de dar un paso adelante, recurre a ella y encuentra tus herramientas internas. En cuanto a la otra hoja, con el peso muerto, rásgala, pícala, destrúyela, ¡acaba con ella! ¡Tírala a la basura o quémala! Haz eso siempre que lo creas necesario. Siempre que te sientas demasiado pesado para amar…
Ciertamente, este ejercicio no acaba con todos tus problemas, ¡pero ayuda bastante a dejarte más leve para encontrar soluciones más creativas y optimistas! ¡Buen trabajo!
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