¿Reconoces tus errores y limitaciones?

De que todo el mundo tiene defectos, creo que no cabe la menor duda. Teóricamente, ya nos sabemos imperfectos. Sin embargo, en el ejercicio de la vida, parece que a menudo insistimos en considerarnos ‘siempre en lo cierto’ o exigirnos nada menos que la perfección. ¿Resultado? ¡Frustraciones y confusiones, seguro!

Pienso que el mayor problema puede estar en el hecho de no aceptarnos en las equivocaciones y limitaciones. De no acogernos. De intentar negar nuestro propio error. O incluso de echar la culpa al otro por aquello que sentimos y no nos gusta sentir, y por lo que hacemos, pero no nos gustan los resultados. De ahí que intentemos los atajos. Ponemos disculpas. ¡Inventamos motivos que no son verdad!

¿A quién estamos intentando engañar? Nos parece que al otro, pero nos engañamos a nosotros mismos. Y aplazamos las soluciones. Prorrogamos los cambios tan necesarios. Dejamos escapar las enseñanzas y las oportunidades de, por fin, comprender y aprender. Desperdiciamos tiempo y vida. ¡Y hay personas que insisten en esta dinámica durante la mayor parte de su historia!

No hay modo: jamás acertaremos todas. Imposible saber siempre. Y al menos en esta dimensión, en este planeta, en esta condición, somos una combinación exclusiva de muchos tonos. Luz y sombra. Bondad e intolerancia. Amor y desesperanza. Coraje y miedo. Sí, quizá y no. Casi todo y casi nada. Y, por lo demás, incontables posibilidades que llenan el espacio infinito entre un extremo y otro.

Siendo así, el secreto es autorizarse, en el sentido de ser el autor y permitirse serlo. Y serlo por entero. Es aprovechar lo que no funciona para descubrir lo que funciona. Es responsabilizarse, admitirse. Es cuestionarse: ¿dónde me he venido equivocando? ¿Cuáles vienen siendo mis limitaciones y dificultades?

Porque cuando uno se conoce, se hace mucho más fácil reconocerse en las situaciones, en los sentimientos, en las decisiones y en las relaciones. Se hace mucho más fácil asumir lo que es nuestro y abrir mano de lo que es del otro. Sin culpas ni apegos, pero con responsabilidad, dignidad y alteridad.

Una buena manera de descubrir lo que es tuyo: ¡estar atento a lo que te incomoda! ¡Eso es tuyo! Si te incomoda es porque tiene eco dentro de ti. Si no tiene eco, ¡entonces sí que no tiene nada que ver contigo! ¡No es tuyo! ¡Pero el problema – o el comienzo de la solución – es cuando lo tiene! Ahí es donde está la oportunidad, la ocasión, el aprendizaje.

El otro es muy simpático ¿y por eso te sientes tú celoso e inseguro? ¡No, no sólo es por eso! Quizá eso contribuya a que salgan a la superficie tus celos y tu inseguridad, pero esos sentimientos ya eran tuyos, ya estaban ahí. Son responsabilidad tuya.

El tráfico o el modo en cómo el otro conduce ¿te hace sentir irritado o impaciente? ¡No, no sólo es por eso! Claro que a nadie le gusta esperar o retrasarse, pero sentirse irritado cada vez que te ves en un atasco, aun sabiendo que el atasco es inevitable – tiene mucho más que ver con tu incompetencia para lidiar con las frustraciones y con tu ansiedad que con los hechos en sí.

Como muy bien afirmaba Goethe: La alegría no está en las cosas. ¡Está en nosotros! Eso es, así de simple: ¡siempre está en nosotros y no en el otro! Por tanto, de nada servirá apostar por lo que está fuera. Es preciso aplicarse y perfeccionar lo que está dentro.

¿Has dicho lo que no debías? ¿Has hecho una tontería? ¿Cometiste un feo error? ¿Te has portado de forma impulsiva e inadecuada frente a un determinado sentimiento? Pregúntate insistentemente: ¿de qué otra manera podría yo haber resuelto esa situación? Y escucha tu voz interior. ¡Ella sabe! ¡Tú sabes! ¡Tú tienes la respuesta acertada, tu respuesta acertada!

Anota esa respuesta, por si fuese preciso acordarte de ella. Escribe una nueva forma de vivir, de ser y de amar. Y puedes creerlo: mientras sigas apostando a que la culpa es del otro, nada podrá ser diferente. Todo lo contrario, cuando asumas que eres responsable por lo que eres… entonces, querido mío, ¡ya nadie puede impedírtelo! ¡El cielo es el límite para tu felicidad!

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