La vida es solo amarguras, ilusiones, cansancios…. ¿Por qué el amor y el odio, la alegría y el disgusto, la cuna y la tumba, el bien y el mal, ese constante díptico el flagrante oposición?
“Todo es perfecto en la Creación Divina. El orgullo humano es el que nos impide tener una clara visión de las causas, por estar pendiente del utilitarismo de los defectos mezquinos. Deambulante del instinto, de donde llego, el hombre retiene los llamados a la violencia y a las pasiones a las cuales llegó antes que brillen en él los astros de la felicidad que lo elevaran en la búsqueda de los tesoros de la alegría pura y de las fortunas intransferibles que deberá conseguir con su esfuerzo personal. Vivir, es también despedirse del cuerpo, muriendo en parte, en la argamasa celular, a fin de vivir sin el cuerpo, liberado de él en la plenitud de la Vida.”
El hombre en la Tierra, no es un paria del destino. Se torna execrable cuando lo quiere, e infame por propia elección. La Naturaleza lo incita a la belleza, el dolor a la renovación, tanto como la poda al reverdecimiento; la vida lo emula a la solidaridad, así como el infortunio a la bondad; la esperanza lo vitaliza para crecer, en cuanto a la dificultad lo inclina a la sumisión y lo desafía para el combate. Solamente que las armas, deberán estar hechas de elementos no agresivos ni vengativos.
La Divinidad nos favorece con el aire, la lluvia, el sol y el paisaje; nos facilita la adquisición del pan, la preservación de la salud, la convivencia social y nos impulsa a crecer… Los limitados, aquellos para los que escasean los recursos, están inscriptos en los códigos del equilibrio, que proponen resarcimiento y redención. La lluvia que renueva el arroyo está constituida por las partículas que el sol extrajo del riachuelo… Siempre hay retornos hasta que el sol de la intemperancia, apaciguándose, no absorba nuevos compromisos que tendrá que devolver… Por tanto, nadie alzará el vuelo hacia el triunfo, partiendo de un suelo de cadáveres, de víctimas indefensas…
El hombre está predestinado a la ventura. Los tropiezos e impedimentos que le dificultan el camino ascensional los puede apartar en base a honorables sacrificios. ¿Qué es la vida en la Tierra? Un instante comparado con la elocuencia de la Eternidad. ¿Qué es el poder en el mundo? Un halito de la nada ante la grandeza del Infinito. Por todos esos nadas el hombre desperdicia la paz malbarata esperanzas, saltando al pozo inmediato de la desventura donde desaparece poco a poco, consumido, alucinado. En el hombre son innatas la ideas de Dios, de la Inmortalidad, de la Justicia que recompensa con premios o latigazos, del Amor… sin embargo lo entorpece en orgullo que expele miasmas mefíticos, terminando por intoxicar a aquellos que los producen. La felicidad tan anhelada, pues, está al alcance de una conciencia tranquila, que surge de un carácter recto y de una mente sana. La tranquilidad jamás asfixiará a los remordimientos y el poder de cualquier talante nunca adquirirá la fortuna de la paz, si no se basa en la humildad, en la honorabilidad, en el bien. El poder real es aquel que no puede ser borrado y que tiene su génesis en el espíritu: los valores intrínsecos, incorruptibles.
Todas las cosas mantienen una correlación entre sí. Es tan importante el Sol que dona su luz y calor como el gusano que abre canales en la tierra para la aireación de las raíces; es tan valioso el brillante que refleja los astros como el grano de trigo que produce el pan. Sin aquel se puede pasar, sin este, es más difícil. En el mundo escasean los panes en cuanto se multiplican las gemas y la miseria irrumpe incontrolable.
Nadie puede convertirse en árbitro de la vida o de la muerte. Ninguna persona puede tomar en sus manos del destino de otra y hacer de el lo que le plazca. La Tierra no es una nave a la deriva en el océano de oxigeno que la envuelve ni el hombre es un objeto para ser consumido por las pasiones.
No hay tesoro más valioso que la paz ni posesión más preciosa que la rectitud del comportamiento. Todo pasa, menos las acciones practicadas que fomentan la libertad o producen crueles grilletes, matrices que se transforman en la producción de implementos futuros para el Espíritu.
Hagamos silencio, y escucharemos a Dios, porque el late en nosotros, entreguémonos sin recelos.
Hoy caminamos, ignorando la ruta del mañana. No perjudiquemos el porvenir, vencidos por las inquietudes. No nos afanemos por las cosas materiales. ¡Despertemos y vivamos!... Siempre es tiempo, aunque las oportunidades pasen. Aprovechémoslo.
Extraído por Merchita del libro de Divaldo P. Franco "Del Abismo a las estrellas"