Aceptar y tolerar son dos conceptos que podrían parecernos que tienen significados muy similares. Sin embargo hay un matiz que marca la diferencia y que puede llegar a tener mucha importancia, sobretodo en el contexto de las relaciones humanas. Antes de nada veamos las definiciones según el diccionario de la RAL para determinar cual es ese matiz:
Aceptar: Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, ofrece o encarga.
Tolerar: Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.
La diferencia que os quería hacer notar se refiere a que en la aceptación no hay oposición o resistencia. Sin embargo el término tolerar conlleva la idea de permitir algo que no se considera correcto. Por lo tanto hay un juico y se considera que algo o alguien está equivocado (y nosotros no, claro) y a pesar de ello, se permite.
Pues bien, esta diferencia tiene una importancia capital en las relaciones humanas porque, el hecho que toleremos a alguien y no lo aceptemos actúa como un filtro sobre lo que percibimos de esa persona y por lo tanto tiñe nuestra percepción de la realidad. Esto hace que ante un mismo hecho, nuestra respuesta puede llegar a ser muy diferente en función de ese juicio o etiqueta que hayamos aplicado a la persona. Y esa etiqueta, muchas veces se “cuelga” de una manera inconsciente.
La cuestión no radica en si es o no es adecuado tolerar o aceptar a una persona sino que lo más importante de todo es que tomemos consciencia si estamos en una u otra perspectiva. Y esto es importante porque ante un mismo hecho nuestra respuesta será muy diferente en función de si estamos en un lugar u otro. Si somos conscientes de ello se nos abrirán unas posibilidades de actuar, que sin esta consciencia no seríamos capaces de ver. Y esto nos da mayor flexibilidad y nos convierte en persona más libres.
Ahora bien, ¿cómo podríamos saber si estamos en aceptación o tolerancia? Algo que nos puede ayudar mucho es darnos cuenta si estamos juzgando a la persona. Si aparecen juicios es muy probable que estemos en la tolerancia. Y saberlo nos puede ayudar mucho ya que,en palabras de Maturana, “la tolerancia es una confrontación diferida“.
Así, si toleras a tu vecino pero no lo aceptas, las cosas que puedan molestar, te molestarán todavía más, y si quieres mostrar tu queja por su comportamiento, es muy probable que lo hagas en un tono y una actitud que no será muy adecuado y que no servirá para conseguir tu objetivo: que no vuelva a hacer aquello que te molesta. No es lo mismo realizar una queja o petición desde una posición asertiva, en la que las dos partes son igual de importantes, que cuando una de los dos piensa que tiene toda la razón y por lo tanto no está dispuesta a escuchar a la otra parte en conflicto.
Otro aspecto a tener en cuenta es cuando “soportamos” un comportamiento de alguien. La palabra soportar ya nos indica que estamos tolerando y no aceptando. Por lo tanto, es sólo cuestión de tiempo que “explotemos”. Hay una frase que lo describe muy bien: “traga sapos, vomita dragones“. ¿Cómo nos puede ayudar el ser conscientes de ello?
Pues que, en ese caso, puedo preveer que, si sigo así, lo más probable es que acabe “vomitando dragones”. ¿Es eso lo que deseo? Si no es así podríamos preguntarnos, ¿Cómo sería aceptar ese comportamiento? ¿ Cómo me sentiría en ese caso? ¿ Qué es lo que quiero conseguir y qué cosas podría hacer desde la aceptación que me acercaran a mi objetivo? Y lo podría comparar con las cosas que puedo conseguir desde la tolerancia.
Así, cuando interactúes con una persona pregúntate si la aceptas o simplemente la toleras y piensa cómo ello te puede ayudar o alejar de lo que realmente quieres conseguir.
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