Con tal de no quedar mal ante el hombre que ha conocido hace un rato Vicky dice que sí cada vez que él le pregunta si le gusta lo que le hace. La verdad es que ella no se siente nada a gusto, pero le da corte decírselo a él. Lo mismo luego tienen amigos comunes y puede ir contando a los demás que Vicky es una estrecha.
Mario está fascinado porque ha conseguido ligar con el chico que tanto le gustaba. Pero, cuando están en la cama, a Mario no se le levanta ni un ápice.
A Elena le duele cada vez que Pedro intenta penetrarla. Ella siente que le quiere, que es el hombre de su vida, que le encantaría que él fuera el padre de sus hijos, pero ya están acostumbrados a la canción de siempre: quieren hacer el amor pero a ella le pasa algo según los dos. No es normal –dicen- que ella sienta como si se quemara con el pene de Pedro.
Cuando Yolanda está en fase de excitación Juan Carlos acaba de hacer una mueca de placer, silenciosa y discreta y luego expresa un “perdona, me he corrido”, y se vuelve de espaldas mientras Yolanda, que estaba empezando a animarse, le dice que no importa, que esté tranquilo, cuando lo que habría deseado es continuar hasta ver las estrellas…
Cuando de relaciones se trata los temas que afectan normalmente a las personas en el día a día (desacuerdos, sensaciones de injusticia, faltas de claridad, suponer que el otro piensa lo mismo que yo, agresiones, incomprensión, deseos que no se comunican…) también se reflejan o aplican al plano sexual. Con el agravante que el plano sexual está lleno de silencio –muchas veces- y las personas entablamos relaciones bajo lo que llamaré “la enorme suposición de que, por definición, ha de ir bien en la cama”. Y digo suposición porque propongo que hay una idea de fondo que quizás nos machaque y sea algo así. “soy una persona normal cuando todo va bien en la cama, si no, algo me pasa”… Como si el sexo fuese el indicador primordial de la propia salud y la salud de la relación. Lo cual, en parte, tiene que ver con la excesiva importancia que nuestra cultura deposita en el sexo[1]. Inconscientemente las relaciones sexuales son un barómetro o medidor de nuestra autoestima como seres humanos.
En los hombres el tema gira en torno a la erección: aquello de que quien más sexo tiene es más hombre, o incluso más persona o menos problemas tiene, lo cual es un esquema estereotípicamente masculino y de estilo sexual que considero puede estar en la base de nuestro modelo oficial de sexualidad. Incluso se presupone que un hombre es más sano y válido cuanto más erecciones tiene.
Puedes probar con gente conocida el siguiente experimento: cuando se pide a personas en un grupo que dibujen un pene la tendencia generalizada es a dibujarlo erecto, empalmado, nunca flácido. Es curioso, porque la mayor parte de las horas del día (salvo casos de priapismo[2]) los penes de los hombres no están erectos. Pero la imagen idealizada del pene es la erección. Y, yendo más allá, en realidad es un símbolo de la potencia sexual masculina, del pleno desarrollo sexual como idealización. Y, si a ello le añadimos, que en la mente de muchos hombres se considera que el sexo sin penetración no es sexo, entonces tenemos la ecuación del estereotipo sexista más desarrollado en nuestra cultura: el mito de que la potencia (y por ende lo que es auténticamente varonil) equivale a erección permanente y disponible las veinticuatro horas del día.
Y en las mujeres el estereotipo sexista es tal vez el de tener que estar dispuestas siempre, ser agradecidas, busconas o calentonas o el de tener la obligación de complacer al hombre . La expectativa sobre la mujer es el estar ahí, sin rechistar, aun en contra de su voluntad, en un esquema de complacer los deseos del macho. Más que de potencia sexual como erección en ellas estaría la receptividad y la sumisión como cliché.
[1] Y, como veremos, hay muchos casos en donde el sexo sí que es reflejo de la falta de salud emocional o mental de las personas, pero lo plantearé más como la falta de una conexión con un@ mism@ y sin que veamos esa falta de salud emocional como una oportunidad para acusarnos y machacarnos.
[2] Desde un punto de vista clínico el priapismo se define como una erección prolongada y dolorosa, sin tener relación con el deseo sexual. Se ha descrito en todos los grupos y edades.
http://www.mentirasdelsexo.com/2010/01/cuando-no-funcionamos-en-la-cama/#more-316